Caray, parece mentira pero a Santa Claus se le descompuso el carro o los tradicionales venados que lo mueven están enfermos o se le murieron pero a diferencia de otros años hoy no vimos que visitara los hogares colmando de regalos a las niñas y niños o será que a éstos les llama más la atención los celulares y computadoras que los juguetes pues con solo salir a la calle no encontramos menores de edad presumiendo sus regalos de navidad como ocurría antes o será acaso que las costumbres y tradiciones van a la baja con platicarles que tampoco se hacen aquellas fastuosas fiestas familiares que eran comunes en esta temporada y a donde quiera que se llegaba lo invitaban a probar los riquísimos tamales en hoja de maíz o plátano.
Bueno con decirles que ya ni chimeneas se miran y las pocas que hay más bien sirven de adorno que por necesidad.
A propósito y a quien corresponda pero en el pueblo de mis ilustres antepasados observamos que el alumbrado público falla en un buen número de sectores populares y en lo que se refiere a los clubes de servicio parece ser que desaparecieron o no tienen interés en sobresalir razón por la cual preguntamos ¿pues qué nos pasa que ya ni el deporte nos llama la atención?. No es por nada pero la juventud de los años cincuenta y sesenta era más alegre, entusiasta y divertida al grado que hasta una reina y un reifeo se coronaban en aquellos bailes animados por las orquestas de Nacho Zamora, Pepe Jiménez o conjuntos de acordeón, tambora, guitarra, bajo sexto y violín como era el caso de don Chuy Castro y Esteban Meza.
Hoy la modernización acabó con todo eso.
A propósito en los años de los que hablo sólo había un autobús al que llamaban El Rojo, después llegaron Los Azules de Lalo Ozuna y posteriormente los de Riestra o Villasana que hacían sus viajes a Ciudad Victoria, Llera, Ciudad Mante y Ciudad Valles.
El pasaje si mal no recuerdo costaba alrededor de un peso con sesenta centavos.
Eran autobuses de “trompa” y a los cuales se les prendía dándole “cran”.
Los Transportes del Norte y Flecha Roja sólo pasaba por la “Y griega” de Llera y había que irlos a tomar hasta esperar que uno se dignara a levantarnos hasta que entró uno que incluso recorría las calles del pueblo y sonaba “el pito” con el que se anunciaba.
El problema era que el autobús se llenaba de gente hasta en el capacete y cuando se descomponía o no podía subir la cuesta había que bajarse a empujarlo o en aquellas veces cuando se escapaba una gallina o puerco pues no había más remedio que corretearlos por el monte porque el autobús no arrancaba si no agarrábamos al pinche animal…. En fin nos caía gordo pero a cómo nos divertíamos.
Otra Historia: Doña Tecla y sus puntadas.
Pues ahí tienen que un buen día la santa señora visita en el panteón de Llera la sepultura de su difunto esposo pero estando ahí se le ocurre orinar y lo hace sobre la tumba, razón por la que don José Puga, responsable del mismo, al verla le llama la atención diciéndole que no haga eso a lo que con bastante picardía y tristeza responde la viudita: Ay don Pepe el pobrecito no alcanzó a comerse el coco pues de perdido que se tome la agüita.
Don Pepe se retira diciéndose para si mismo “vieja miona”.
HASTA MAÑANA Y BUENA SUERTE