Lo que haya sido ya fue: demasiada prudencia o un error, ayer el presidente Andrés Manuel López Obrador justificó su inasistencia a los funerales de estado de Martha Érika Alonso y Rafael Moreno Valle a un acto de prudencia y para no caer en el juego de los ‘conservadores’, ‘mezquinos’, ‘neofacistas’ que tenían y enriquecido el ambiente con protestas.
Así es mis queridos boes, el hecho es que tras su justificación en la rueda de prensa mañanera en la que conforme a su costumbre arremetió contra los adversarios políticos, el Presidente fue uno de los principales temas a discusión en las redes sociales, desde las que acuso hay una estrategia para culpar a su gobierno del accidente de los Moreno Valle.
¿Ir o no ir?, era ayer la discusión, no fue desde luego, pero a toro pasado fans y detractores se enfrascaron ayer en una guerra cibernética que no terminará en pocos días y cuyo saldo será, es, mayor división del país, mayor sensación de enfrentamiento, más violencia verbal, más desgaste para la figura presidencial y las que se resulten.
Es cierto, en el país del sospechosismo al presidente y los suyos desde el momento del accidente se les señala como posibles responsables del ‘atentado’ que surge en el imaginario colectivo de sus contras.
Es cierto, si AMLO hubiera ido al funeral, seguro le habrían gritado asesino, asesino, como de hecho lo hicieron con su representante la Secretaria de Gobernación Olga Sánchez Cordero.
Pero también es cierto que López Obrador tendría, tendrá de hecho, que superar escenarios, contextos, ambientes adversos, porque su cargo lo amerita.
Porque rehuir a la rechifla, a las mentadas, le podría convertir en un presidente ajeno, lejano, encerrado y eso en una figura como él, es inconcebible.
Tal vez, el tabasqueño tenía el martes la primera gran oportunidad de mostrarse estoico, sereno ante un ambiente no controlado al cien por ciento por los de su equipo, los de su partido, sus fans.
Porque igual habrá que recordar que ahora, a partir de diciembre, no solo es presidente de los simpatizantes de MORENA, ni solo de los 30 millones que votaron por él en julio pasado, sino de más de 105 millones de mexicanos que formamos un caleidoscopio de colores políticos e ideológicos, diversos, dispersos, con distintos niveles de educación, de civismo y de tolerancia y debe gobernar para todos.
Y no, no fuera sido el primer Presidente que se enfrentará a una multitud que no le vitoreaba, la historia moderna de México recoge más de un botón de muestra, en los que los mandatarios tuvieron que hacer gala de gallardía y tolerancia ante públicos críticos, insultantes y hasta agresivos.
A un público así se enfrentó Gustavo Díaz Ordaz, a quien la opinión pública culpó de la muerte de Carlos Madrazo, quien se perfilaba para sucederlo en el cargo y con quien tenía marcadas diferencias.
Igual que Moreno Valle y Alonso, Madrazo murió en un accidente aéreo, este el 4 junio de 1979, hubo otros 77 muertos y todos la voz del pueblo se los endilgó a Díaz Ordaz, que tuvo que soportar los gritos de asesino en los funerales de Madrazo.
En 1994 Carlos Salinas de Gortari, también fue sentenciado por el ‘tribunal’ popular como el asesino intelectual de la muerte de Luis Donaldo Colosio Murrieta ocurrida en Lomas Taurinas, Tijuana el de 23 de marzo de ese año.
Los funerales del sonorense, debieron ser un infierno para Salinas ante los señalamientos, que hasta entonces sólo se basaban en conjeturas tras el discurso de ruptura de quien ya era candidato presidencial del PRI.
Y más acá, Felipe Calderón increpado el 10 de julio de 2010 por la madre de uno de los niños muertos en la guardería ABC, que culpó a su gobierno de la tragedia en la que perdieron la vida decenas de niños.
De hecho a Calderón los públicos incómodos le persiguieron todo el sexenio tras el inicio de la guerra contra el narco. Asesino era lo menos que le gritaban cada que se paraba en zonas de influencia perredista priista.
Pero al que se acaba de ir, a Enrique Peña Nieto, tal vez le fue peor, asesino, corrupto y ‘menso’ (no quiero poner la palabra exacta porque es navidad) le llovieron por seis años, porque además con él se inauguraron los memes en las redes sociales.
Pese a todo, Díaz Ordaz, Salinas, Calderón y Peña Nieto estuvieron ahí, porque el encargo se los exigía, porque su investidura los obligaba, porque el temple de un político que llega a ser presidente de un país como el nuestro debe estar a prueba de la divergencia, por más gritona que suene, por más injusta que parezca, por más insensata que sea. Se es presidente en las buenas y en las malas; de ambas habrá muchas en los próximos seis años.
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