“… Entre los nativos de América y los conquistadores de Europa, hicieron parir una nueva raza mestiza y que albergaría, por siempre, un rencor terrible sobre su origen”
Juana Catalina Romero a Porfirio Díaz Mori.
Tengo claro que la división social que impera en nuestro país no es del año pasado, ni del sexenio anterior, ni de este siglo. Bastaría con dar una leída rápida a cualquier libro de historia para entender que los llamados “2 Méxicos” han sido, incluso, peores en otros momentos de la historia nacional.
Conformarnos con “siempre ha sido así” nos mantendría sumergidos en ese antagonismo que tanto nos ha afectado como nación y nos impide debatir con seriedad los problemas y ayudar a quienes están en posibilidad de construir las soluciones a los mismos.
En el ámbito público, se puede ver más claramente esta división. Andrés Manuel López Obrador arriba a la Presidencia de la República pues aprovechó con gran tino cada división imperante en nuestro país. Esto le valió un holgado triunfo, poco desgaste en el periodo de entrega-recepción y formar un “ejército” real y virtual de cientos de miles de personas que voluntaria y gratuitamente defienden cada acción u omisión que el tabasqueño realiza.
Sin embargo, la solidez política del Presidente empieza a sufrir golpes causados por sus propios errores y los de los suyos. Si en los 18 años de campaña le fue útil subirse a la ola de la división social, ¿proferir calificativos a sus detractores le seguirá siendo rentable?
No entro al lugar común de “no se ha dado cuenta que es el Presidente de todos los mexicanos” sino más bien estimó que está empezando a dilapidar su capital político como si lo hubiera ganado en la Lotería Nacional, olvidando el trabajo que le costó ser presidente y “malgastando” su legitimidad en cuestiones que no le son favorables a él ni a la gente. Su “estado de cuenta” aún se ve abultado, pero en un abrir y cerrar de ojos su “riqueza” puede mostrar menos “saldo”.
Al país no le conviene un presidente débil, pero la estrategia para mantenerse fuerte no debiera seguir apostando a las diferencias que aprovechó para ganar sino que ahora su grandeza (o pequeñez) debe adquirirla con resultados para todos en el corto, mediano y largo plazo.
En política los tiempos cada vez son más cortos y así como Peña inició su declive en plena infancia de su mandato (2014), el riesgo para AMLO es latente simplemente por su investidura, pero que ocurra o no está dentro de sus posibilidades.
A OJO DE BUEN CUBERO
Que sea un excelente 2019 para todos. Deseo que la prosperidad, la salud y el bienestar lleguen a todos los rincones del mundo.