CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- Esta canción francesa narra la historia de una prostituta de aquel país en el barrio de la unión de Tampico, escrita por Pierre Mc orlan y cantada por Germain Montero y Marie Dubias. En su letra, se describe a una señora que añora su inocencia y su país y presenta su visión de Tampico: “donde el aire envenena/donde la mariguana te empuja al hastío”.
La vertiginosa cresta y el súbito declive confirman la lógica periférica latinoamericana: Los “mendigos” norteamericanos que buscan súbitas fortunas en Tampico y en México, cual Fred Dobbs, el protagonista de Der Schatz der Sierra Madre –trazo magistral del ave de rapiña sin valores éticos que aflora de la esencia humana en medio de la danza frenética del dólar–, traspasarán una y otra vez la frontera del sur en busca de un tesoro al mismo tiempo deslumbrante y corruptor.
La prostitución en Ciudad Victoria, Tamaulipas
Desde los años 30’s Victoria tuvo su recinto para la diversión y dar rienda suelta al libido; un lugar de amor comprado y tragedia; con su desaparición en 1976 quedaron sepultadas muchas historias personales.
Popular entre la raza como ‘la sonaja’ o ‘el zumbido’, la zona representó la determinación del gobierno local por delimitar el espacio donde estaba permitido todo, o bueno, casi todo, desde ahogar las penas en una botella de tequila o en muchas de Carta Blanca, hasta lo más solicitado, la famosa ‘cana al aire’.
El estruendoso sonido de la música era parte del pequeño universo donde la constante eran las libertades, todos sabían a lo que iban y como suele ser costumbre, lo que pasaba en la zona, se quedaba en la zona.
Desde salones de baile hasta cantinas y congales, ahí había de todo, quien más dinero cargara en la cartera estaba destinado a pasarla mejor, la diversión tenía signo de pesos y saciar el libido dependía del poder adquisitivo, pues las carnes que ahí se comerciaban tenían diferente precio.
Desde las jovencitas que por azares del destino tuvieron que vender su cuerpo, hasta las viejas que con vasta experiencia, sabían hacer rápido ‘el jale’ y que eran las consentidas de las madrotas, pues les dejaban más ganancia, aprovechaban mejor el tiempo, tenían más clientes y la caja registradora se abría más seguido.
Los hombres de alcurnia desde principio de la década de los 30’s hasta mediados de los 70’s no eran ajenos a echarse la vuelta, muy de casino, muy de familia, pero también tenían sus ‘queveres’ por aquellos rumbos, igual se codeaban con el jornalero, el campesino, el albañil y el chofer a altas horas de la noche en El Tenampa, el único que prolongaba la fiesta hasta los albores del día siguiente.
Las zonas rojas de Reynosa
En su libro “Adiós, Reynosa querido”, Arnoldo Gárate Chapa, socio del Club de Veteranos y miembros de la Sociedad de Historia de Reynosa, comenta que la primera zona de tolerancia, la zona vieja, se ubicaba en el lugar que hoy ocupa la Central de Autobuses, entre las calles Mina y Francisco I. Madero. Relata con peculiar estilo algunos de los pasajes que se vivían en aquella época: “Los mequetrefes y pelados corrientes y vulgares de la más baja estofa de la sociedad la llamaban también “el zumbido” por el ruido que se escuchaba a varias cuadras de distancia y sobre todo cuando soplaban vientos fuertes del sur que duran en esta región. La zona tuvo un auge inusitado desde que el Gobierno de los Estados Unidos estableció la ley seca, por los años veinte, según se le denominó aquí para señalar que no estaba permitido vender en ningún establecimiento bebidas alcohólicas, por lo que los adictos, que siempre han existido, se venían a solazar a las cantinas que en Reynosa proliferaban”.
Un incendio arrasó con todas las construcciones de lámina y madera, en 1949, tras lo cual se reubicó en un terreno localizado al poniente de la ciudad, en lo que hoy se conoce como colonia Ramos.
En virtud de que había una escuela a pocos metros de distancia, se decidió cercar el predio con una valla de concreto, la cual aún prevalece en la mayor parte del perímetro.
Hay relatos de las décadas de los cincuenta, sesenta y setentas donde cientos de turistas norteamericanos que venían a la caza de la paloma “ala blanca” y venado “cola blanca” atiborraban los locales. El Texas Cabaret, el Elva´s, el Golden Palace, el París, el Lipstick, el Bastón, el Pusycat, el Waikikí, el Homero´s, el Drive Inn, el Oaxis, el Mercedes, el Salón Carta Blanca, el Vapor, el Irma´s, el Bertha, Mi Pelota, Noche de Ronda, los Bohemios, el Tip Top, el Ciros, el Chapultepec, Las Vegas, el México Place, la Bohemia, el Gato Negro, el Star Dust, el Houston, el Salón Nuevo León, el Betty Salón, el Pullman, el Venus, la Noche Zul, el Zafiro, el Veracruz, el Regis, el Dragón de Oro, el Luisiana, el Guadalajara, el Unión, las Morenas, el Royal, la Chacala, el Faro Verde y el Dos Equis, eran los más afamados establecimientos de ese lugar. Hoy en día sólo quedan unos cuantos.
Entre 1987 y 1989, el entonces Presidente Municipal de Reynosa, Ernesto Gómez Lira, decretó el cierre de la Zona Roja. Se pretendía terminar con la prostitución, el vicio y el alto índice de criminalidad que había en ese predio de sólo seis cuadras, pero salió el tiro por la culata: Pronto había mujeres de la vida galante ofreciendo sus servicios a lo largo de la calle Aldama, Libramiento Echeverría y Zona Centro. La puritana sociedad reynosense de aquella época se dio cuenta que la “zonaja”, “zumbido” o “zona de tolerancia”, como también se le conoce, era un mal necesario.
En 1990, al inicio de la Administración Municipal de Ramón Pérez García, se decidió su reapertura.
La prostitución invadió antes que los españoles
Existen noticias sobre la prostitución en México desde tiempos anteriores a la conquista hispánica. Tenía un lugar perfectamente limitado y aceptado, esta profesión se ejercía de modo privado, y porque la mujer así lo decidía; por lo que se sabe no existían casas de prostitución propiamente dichas.
Después, una vez consolidada la conquista, cuando la sociedad se estabilizó en el orden político-social, pero sobre todo cuando los hombres se establecieron con sus familias, apareció la primera casa de mancebía en 1538, a petición del ayuntamiento de la Ciudad de México. Y para el año siguiente serán varios los burdeles funcionando en la ciudad.
El hecho de otorgar autorización para establecer lupanares en la ciudad significó el punto más alto
alcanzado por la prostitución novohispana. Estas políticas fueron concebidas para el control de las costumbres de una población en expansión.
Desde entonces ya se veía al oficio como “un mal necesario”, que sería garante de las buenas costumbres y la protección hacia las familias y las mujeres decentes.
La prostitución fue tomada en la Nueva España como un mal necesario porque repercutía en el bienestar general de la nación. Por eso el Estado español la reguló y la Iglesia la toleró, al grado que la Inquisición nunca la persiguió, pese a ser considerada un pecado grave, viéndola como un medio de prevención a males mayores.
Para la segunda mitad del siglo XIX, el trabajo sexual aparece por primera vez en los documentos oficiales mexicanos. En un afán “higiénico” y moralizante, el liberalismo legalizó el sexo comercial y sus secuelas de explotación. Tal preocupación sería plasmada en el Primer Reglamento de 20 de abril de 1862, sobre la prostitución en México. A partir de entonces es que esta profesión estuvo bajo constante vigilancia estatal.
Posteriormente, en 1865 vería la luz el un segundo Reglamento a la Prostitución, esta vez en del gobierno de Maximiliano de Habsburgo.
Uno de los antros más importantes en los años 30as en Reynosa
Zona roja fronteriza en sus inicios
El acceso a ‘La Sonaja’ de Reynosa
El último vestigio de la zona de tolerancia de Victoria que cerró en 1976
Meretriz ofreciendo sus servicios
En Nuevo Laredo, también tienen su puerta de ingreso al placer