Nadie es eterno en el poder: La época de Carlos Romero Deschamps como secretario general del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM) está a punto de llegar a su fin.
Casi 26 años después de tomar protesta de la dirigencia de uno de los sindicatos más poderosos del país, todo pinta para que el polémico y múltiples veces denunciado personaje en poco tiempo tendrá que decirle adiós a su reinado.
Para entender en buena medida la dimensión del poderío que adquirió Carlos Romero Deschamps, se debe precisar el periodo en que fue impuesto en el sindicato petrolero: el sexenio de Carlos Salinas de Gortari.
Nacido hace 75 años, el 17 de enero de 1944, en la popular colonia ‘El Golfo’, de Tampico, Carlos Romero Deschamps es, desde el contexto en que fue impulsado, un salinista.
No es un tecnócrata que haya estudiado economía en la Universidad de
Harvard ni en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Ni siquiera cursó estudios de nivel superior. Se graduó, con nivel técnico, en contaduría privada en una escuela comercial de Tampico, a principios de la década de los sesenta.
Sin embargo, sus estudios nunca los ejerció. Su aspiración, como la de mucha gente de su tiempo en el sur de Tamaulipas, era obtener una ficha y una ‘planta’ en Petróleos Mexicanos, convertirse en trabajador petrolero.
La chamba en Pemex la consiguió, pero no en su tierra. Comenzó a trabajar de chofer y ‘mandadero’ en la refinería de Salamanca.
Tiempo después, como tantos trabajadores petroleros, logró una cita con Joaquín Hernández Galicia, ‘La Quina’, entonces líder nacional de la organización sindical. Eran los años en que todos los obreros de la paraestatal buscaban obtener un favor laboral de quien, en la práctica, operaba como líder todopoderoso, que extendía a diestra y siniestra sus ‘tarjetitas’ firmadas.
Como casi todos los hombres que ejercen el poder, ‘La Quina’ cedió a la zalamería de Carlos Romero Deschamps. Lo mandó entonces a la Sección 35, cuyo mayor centro de trabajo era la refinería de Azcapotzalco, en la Ciudad de México.
Después de pugnas internas por alcanzar el liderazgo de la Sección 35, el nativo de ‘El Golfo’ impuso sus condiciones con la venia de Joaquín Hernández Galicia. En múltiples fotos aparecen juntos, sonrientes, plenos. ‘La Quina’ era el jefe, el presunto ‘guía moral’. Carlos Romero Deschamps era uno de sus protegidos, uno de sus consentidos.
Cuando el tampiqueño tomó el control de la sección sindical chilanga, corría el año de 1978. Era el sexenio de la ilusa administración de la abundancia petrolera. Era la época en que el sindicato petrolero hizo y deshizo bajo la caótica frivolidad de José López Portillo.
Tres años después, los precios del barril de petróleo se fueron a la baja. Los sueños de gloria del lopezportillismo se convirtieron en brutal pesadilla. La fuga de capitales hizo trizas la economía, el peso sufrió -hasta entonces- su peor devaluación frente al dólar y el país cayó en la insolvencia, en virtual quiebra.
En consecuencia directa de la crisis petrolera y económica, el sistema político mexicano registró un viraje, un cambio de rumbo: los neoliberales llegaron al poder. Un tecnócrata asumió la presidencia de la república: Miguel de la Madrid Hurtado.
El nido de los tecnócratas era la Secretaría de Programación y Presupuesto. Ahí despachaba el hombre más influyente del sexenio: Carlos Salinas de Gortari. Desde su oficina se trazaba la nueva ruta de la nación.
A pesar de que la operación policíaca y militar para aprehender a Joaquín Hernández Galicia ya estaba confeccionada desde el gobierno de Miguel de la Madrid, el plan se ejecutó hasta que Carlos Salinas llegó al poder: el 10 de enero de 1989. ‘El Quinazo’ fue instrumentado con todo el poder de ‘La Presidencia Imperial’. Ciudad Madero se sacudió. El imperio quinista cayó.
Cosas de la vida: Joaquín Hernández Galicia se mantuvo poco más de 27 años en el poder del sindicato petrolero. Por su parte, Carlos Romero Deschamps cumplirá 26 años al frente del STPRM a mediados de 2019. Sin embargo, nadie es eterno en el poder. Ni siquiera quien se crea influyente monarca sindical.
‘La Quina’ fue producto del viejo régimen priista de corte nacionalista. Romero Deschamps, por su parte, fue una comparsa sindical que se alineó a los sexenios del neoliberalismo. Ambos, cada quien con su estilo, disfrutaron al máximo las mieles del poder, dinero a borbotones.
Todo llega a su fin: Romero Deschamps, el nativo de la popular
colonia ‘El Golfo’, sobrevivió al escándalo del Pemexgate de la fallida y superficial transición foxista, ahora, todo indica, no podrá sobrevivir a la Cuarta Transformación lopezobradorista, acérrima adversaria del neoliberalismo salinista.
Tal vez quien comenzara a trabajar como un simple chofer en Pemex no sea puesto tras las rejas… pero tendrá que dejar el inmenso poder político que amasó y manejó como monarca del sindicato petrolero.
Y PARA CERRAR…
Y sí… una de las casas ‘balconeadas’ tiene un ‘cuarto de pánico’.