* El columnista es autor de las novelas “Erase un periodista” y “Rinconada, la historia prohibida del maestro Ricardo” y Premio Nacional de Periodismo 2016.
Sin dinero, ni poder, ni nada que dar, el PRI agoniza y aunque por ahora no desaparece, todo indica que va en camino al patíbulo. “Convertí la casa en mi propio patíbulo”, dijo Dante Alighieri en Vida Nueva, obra que como sabéis, dedicó a Beatriz el amor más grande y polémico de su existencia. (Amor del que jamás la niña –adolescente, estuvo enterada).
Agoniza entonces el tricolor como resultado de sus abusos y excesos, cual aval de corrupción a la vista del poder en turno que lo fue, por malolientes sexenios que la historia registra como no gratos.
Recién se reunió el consejo nacional y lo que resta de los viejos próceres. Ahí, entre paladas de negra tierra se acordó nombrar a Enrique Peña Nieto, consejero en el proceso que habrá de elegir la nueva dirigencia, a realizarse allá por agosto, según lo determine la respectiva convocatoria.
Si es que lo determina, si no, psss no.
¿Recupera EPN su condición de “sepulturero mayor” que quizá nunca perdió, o se trata de protegerlo ante la inminente embestida judicial del régimen morenista?.
El asunto es que el PRI padece en su lecho de dolor rodeado de quienes le dieron a beber la cicuta. ¡Hasta reapareció Roberto Madrazo Pintado!, justo en los tiempos en que Elba Esther hace lo propio para rescatar el nombre, ¿y prestigio?, que EPN se afanó en sepultar.
En el PRI de los albores de la sucesión del 2006, se abrieron dos tumbas a donde fueron a dar Roberto y la Gordillo, mismas de las que ahora, con las dificultades de las circunstancias, tratan penosamente de salir. Y pue-que lo logren, uno nunca sabe.
El PRI no tiene dinero ni nada que dar, digo, por eso pretende préstamos multimillonarios. Vaya usted a saber si todavía aporta confianza para que bancos globalizantes entreguen el dinero siempre insuficiente, siendo que se trata casi, casi de recuperación imposible, o de enfermedad terminal, que no es lo mismo pero es igual.
“Político pobre, ¡pobre político!”, precisó el clásico de Atlacomulco. Y hay razón porque si algo se mueve con dinero, es la política. Y ni modo que sea invento.
En este caso el PRI está en bancarrota, como corresponde al peor derrotado de las últimas elecciones presidenciales que le restaron prerrogativas importantes: de un mil 094 millones a 590 millones 600 mil pesos. (Disminuidas multas y otros cobros por faltas cometidas).
Sea que el INE aplicó la tarjeta preventiva de expulsión si existe reincidencia. Y como el tricolor no aprende, lo más probable es que tarde o temprano siga los pasos de los que nunca regresaron.
En el inter, lanza su resto pretendiendo que el INE (antes su aliado y ahora su verdugo), “se aviente el tiro” de organizar las elecciones internas por las que, esa ternurita de mujer llamada Claudia Ruiz Massieu Salinas, será relevada de la misión que la crisis le endilgó en plena, penosa y traumática experiencia.
En la reunión de su Consejo político nacional, el PRI también acordó “ir por la recuperación”. El escribidor cree que mejor debieran pensar en la reencarnación.
¡Ah, bruto!.
CUESTION DE PARTIDOS
Las elecciones de cualquier tipo en la entidad, han sido asunto de partidos.
Ante la renovación (o reelección en algunos casos), de los integrantes del congreso local, nada garantiza que quienes logren el privilegio de ocupar alguna representación, sean artífices en la solución de la problemática social.
La cuestión electoral, insisto, interesa solo a los partidos y aunque toca a la ciudadanía aportar el voto, se sabe que llega a las casillas con la nominación de personajes de la que nunca participó.
El ciudadano vota porque es su deber y no siempre por los y las que quiere. Es lo que le ofrecen y punto.
Por ello la rebatinga por las candidaturas que observamos, no es más que la función preliminar al acto final de elegir en segunda instancia, cuando no hay remedio.
Como se dice en los viejos matrimonios, “es todo lo que hay, lo tomas o lo dejas”, dicho sea con todo respeto.
Lo cierto es que la ciudadanía observa la grotesca disputa por cargos “de elección” que no significan más allá de satisfacciones personales y de grupo. Y por lo tanto de jugosos empleos muy ajenos al sacrificio de sobrevivencia de las mayorías.
Los congresos locales difícilmente pueden ser fuente de solución a la problemática general. Existen demasiadas condiciones que lo hacen imposible, aun cuando existan buenas intenciones.
Ser diputado local podría ser un honor. Podría, pero será muy difícil si no se cumple con la máxima de que la política se dignifica, y toma sentido cuando se pone al servicio de los demás.
El hecho de que miles disputen un puñado de candidaturas es evidencia de la escasez de buenos empleos, pero además de que el ocio político tocó fondo.
Mientras tanto, la comunidad sigue viendo de reojo a quienes pelean y pretenden vivir a sus costillas.
Disputa donde solo cuenta el disfrute pleno, olvidando eso de que la vergüenza dura toda la vida.
Y hasta la próxima.