Contaba Don Francisco Martínez de la Vega, periodista pulcro, político brillante y gran conversador potosino, que cuando un hombre se sienta en la silla del poder, lo primero que se le sube “es lo pendejo”. Y aseguraba que casi nadie está preparado para entender qué hacer con él cuando se le tiene.
Y es que si eres inteligente, el poder te trastorna, y si eres tonto, te vuelves un peligro y cometes todas las torpezas inimaginables. Y lo que es peor: nadie se atreve a decirte o corregirte, y quien lo hace, no vive para contarlo: lo desapareces de tu vista y de tu vida, “¿y este quién jodidos es para corregirme si yo soy el que manda?, llegan a decir.
Cuando el político se sienta en el poder, aplica aquella máxima de que cuando pregunta ¿qué hora es?, la respuesta de sus subalternos es abyecta: “la que usted quiera señor”.
Una persona con poder cambia por completo. El humilde se vuelve soberbio; el soberbio se vuelve peligroso; el inteligente, se cree todopoderoso; el loco, simplemente pierde la razón.
Piero Rochini, psicólogo italiano, en su estudio La Neurosis del Poder, cuanta que durante diez años, analizó y revisó la conciencia y la personalidad de muchos legisladores italianos, y concluyó que todos arrastraban complejos de personalidad, sus conductas eras falsas y mentirosas, y en su creencias, ellos estaban seguros de que los demás, los que los criticaban, eran gente mala, y ellos eran los buenos. Todos estaban trastornados.
Desde siempre ha sido así, pero hoy, para donde volvamos la vista, nos topamos que los hombres y mujeres también, por supuesto, que detentan el poder gracias a un mandato popular, no están bien de sus cabezas. “Lo pendejo”, como afirmaba Don Francisco Martínez de la Vega, es de lo primero que se enferman.
Estos hombres y mujeres que ejercen el poder municipal, estatal o nacional, se han vuelto una plaga: están en todos los cargos públicos. Y a pesar de que existen muchas iniciativas para legislar que toda persona que aspira a un cargo de elección popular debe estar bien de sus facultades mentales, no han prosperado, por eso tenemos que soportar a tanto loco en los gobiernos.
Y es que la locura no solo está en los hombres o mujeres que llegan al poder, sino también en el votante que cree en los mesías y en los parlanchines que bailan, que cantan, que cuentan chistes que ofrecen grandes cambios y transformaciones, y resultan ser farsantes engañabobos.
Vicente Fox en el año 2000 despertó a todo un país ofreciendo un cambio y quedó como uno de los mas grandes fiascos en la historia política del país. En Nuevo León, aprovechando el encono y enojo popular, Jaime Rodríguez Calderón, El Bronco, irrumpió como el gran candidato independiente del país y hoy se ha convertido como el mentiroso más grande de la historia política en Nuevo Léon. Muchos mandatarios en el país, son otros ejemplo de ello.
Andrés Manuel López Obrador, y su Cuarta Transformación despertó expectativas muy altas, y en menos de cien días de gobierno no alcanzan a percibirse, y ya empiezan a surgir dudas sobre todo lo que ofreció, y sus desplantes, como los de Fox, de el Bronco y otros, empiezan a dar la razón a los que creen que son muchos locos los que están llegando al poder.
Y es que la locura y la pendejez están llevando al país al cataclismo.