‘¡Juimonos!’ llegaron las vacaciones. Y para los mortales que no conciben la vida sin pachanguear es el momento de salir expulsados de la ciudad como tapón de sidra.
Muchos de la dinastía Godínez ni siquiera se presentaron al trabajo por la mañana al igual que su versión mas joven (los estudiantes) ejecutaron el plan de la “graciosa huida” y buscaron cualquier medio de transporte para llegar a la “Meca” de las pedas y el destrampe: ‘El Playazo’ en la cálida arena de la costa tamaulipeca en el sureño municipio de Ciudad Madero.
Pues bien, la válvula de escape por excelencia es siempre la central camionera de autobuses foráneos. Ese pequeño microcosmos que toma variados aspectos de acuerdo a las manecillas del reloj.
El Caminante se dio una vueltecita por el palacio de los camiones para ver como evolucionaba el éxodo de los capitalinos hacia algun destino de playa y sol o de shopping.
Desde la madrugada del viernes el flujo de viajantes empezó a alterarse.
A simple vista todo parecía normal, como se mira cada fin de semana. Sin embargo en los sistemas de venta de boletos ya contenían una “sorpresita” para aquellos improvisados (ilusos) que pensaron que podían viajar sin contratiempos: muchas de las corridas principalmente aquellas que van hacia la zona conurbada de Tampico, Madero y Altamira estaban vendidas por completo. De igual forma muchas que enfilan hacia la frontera.
A las 9 de la mañana con el clima aun fresco los pasillos se ven tranquilos, pero empiezan los primeros reclamos en los mostradores de diferentes líneas, pues algunos grupos de estudiantes y uno que otro despistado tendrán que esperar algunas horas para salir pues no encontraron lugar para todos o para ninguno en las corridas mas próximas.
– ¡Te dije we, que viniéramos anoche pero valio ver…- le reclamaba un joven a su camarada al no poder conseguir boletos para viajar a esa hora.
Los pasajeros regulares son quienes mas la sufrieron a esa hora pues acostumbrados a viajar como cada dia a lugares cercanos o suburbanos no tomaron sus precauciones y también experimentaron retrasos: varios ‘encorbatados’ y con uniformes de varias empresas tuvieron que buscar en alguna otra línea de autobuses para lograr llegar a su destino.
En la sala de espera empezaron a escasear los lugares para sentarse a esperar la corrida. La fila para entrar al baño empezó a crecer. Afuera en los carriles de acceso los taxistas se ponen las pilas para darle batería a las ‘llegadas’ y ‘llevadas’ mientras los conductores de autos particulares aplican la de “yo de aquí no me muevo” hasta que bajen del vehículo la o las personas que trajeron a la central: algunos se tardan mas de lo necesario mientras bajan sus brumosas maletas y despiden a la parentela persignándolas o dándoles el tradicional abrazo y besito en la mejilla al momento que los choferes en la cola empiezan a sonar el claxon.
Los vendedores de periódico están muy contentos pues con la multitud en ascenso hay mas venta.
El Caminante aprovecha para hacer una pausa y elegir algo para almorzar ¡Que indecisión! La oferta gastronómica en los alrededores de la central es muy variada, desde tacos, tortas, flautas, gorditas, hot dogs, hamburguesas y platillos muy variados.
Ya es mediodía y el lugar para aparcar se vuelve un trofeo. El estacionamiento a tres cuartos de su capacidad aunque como dice el encargado “a las motos ni les cobramos porque les damos el papelito y se salen por los pasillos para no pagar, a esos les decimos que les cuidamos el casco pa’ que regresen por el y cobrarles pero ps’ luego ni casco traen”.
El sol empieza a calentar y en el área de ascenso y descenso ya se siente el aumento de pasajeros. Como básicamente son solo tres líneas las que se reparten el pastel la concentración de personas se da en los andenes del 8 al 12, del 15 al 20, y del 25 al 28. Grupo Senda, Transpaís y Futura respectivamente.
En este momento del dia la cosa aun esta controlada pues aunque es hora pico, la afluencia de quienes boleto en mano esperan su corrida se despeja con cada autobús que parte.
Aquí las escenas familiares de despedida es hasta cierto punto enternecedora. Niños abrazándose a la abuelita o al tio consentido se repiten cada 15 o 20 minutos. No faltan los que montan un comedor improvisado y le dan ‘mate’ al lonche de virotes rellenos de huevo con chorizo y frijoles mientras llega la hora de partir o reiniciar el recorrido.
‘Parvadas’ de estudiantes aun con uniforme y mochila a la espalda esperan emocionados su salida entre risas y carcajadas. Otros (la mayoría) simplemente se echan un clavado en el celular y contestan mensajes.
Son las cuatro de la tarde y esto se ha vuelto una cena de negros.
Las filas para comprar boleto se han vuelto lentas pues con tantas corridas cerradas los aspirantes a pasajeros tardan para decidir su compra. Algunos llegan al punto de mandar llamar al gerente para reclamarle la falta de lugares con descuentos para personas de la tercera edad o de estudiante pues están limitados a 4 o menos por corrida.
En los andenes las personas se empiezan a formar desde mucho antes de que su autobús salga y con ello se entorpece el movimiento. Los guardias empiezan a limitar a las personas que desean ingresar a esta área y dejan pasar solo a pasajeros con boleto en mano. No faltan los inconformes que desean pasar para acompañar a su familiar, novia o amigo hasta que literalmente se trepa al camión: nanay… nomas los que abordan.
– Oiga yo voy a subir a este autobús señito – le comenta un señor de la tercera edad a la mujer guardia en la puerta de acceso a andenes
– ¡Uy no! Este autobús ya se fue ‘don’ aquí dice 4:55 y ya son las 5 y diez, vaya a la taquilla a ver si lo pueden poner en otra corrida – aconseja la empleada de seguridad
– ¡Chinga’o! Es que voy a ver a m’ijo a Altamira, pero estoy aquí desde las once porque ya no había boletos a esa hora… – dice desconsolado el anciano.
El reloj marca ahora las ocho de la noche y aunque asi como se llenan las salas de espera y el área de andenes de la misma forma se vuelven a llenar. Ahora hay menos jóvenes pero mas familias enteras que con su prole (algunos con hasta 5 hijos “en escalerita”) tratan de encontrar alguna salida a la frontera o hacia el tan preciado sur del estado. La batalla por los asientos en algun autobús prosigue, al igual que por los descuentos disponibles. El arranque de las vacaciones al menos en este punto es movidito, pero es seguro que se incrementará en lso siguientes días. El Caminante se aleja de la central cansado y “engentado” dejando atrás a los viajeros y su euforia. Demasiada pata de perro por esta semana.