Son las seis de la tarde y aún cae a plomo el sol, Jesus tiene mas de tres días que duerme en el piso, al que le quita rigor con una cobija. Tiene los mismos días afuera del Hospital Infantil, sorteando las inclemencias del calor y el hambre.
Con estudiado disimulo se toca el estómago vacío desde hace horas. Los pocos pesos que traía en la bolsa los destinó para pagar el medicamento que le pidieron para su hijo Carlitos quien es atendido en el área de terapia intensiva del nociocomo.
Con voces amables, se les acercan dos señoras de edad avanzada que lo abordan. “Buenas tardes, ¿ya comió?, ¿quiere un taquito? son gratis, acompañenos con un jugo de naranja para que se sienta mejor”.
Otro grupo de personas que realizan la misma tarea altruista, llegan cargados con hieleras y termos grandes para convidar.
Docenas de personas que están en la misma circunstancia que Jesús,- con un familiar internado-, atienden la invitación; se reincorporan de sus improvisadas camas de piso y con la mirada y gestos, agradecen a las mujeres su gesto de filantropía.
Historias de gente generosa que lleva comida a familiares de personas enfermas se multiplican en los diferentes hospitales de la ciudad.
Son ayudas, silenciosas, pero muy importantes; algunas de grupos religiosos, otros de familiares, amigos y gente de buen corazón, que solo tiene el deseo de ayudar.