Algo que significara lo mismo –reconocimiento– pero que no se usara en toda ocasión. Que fuera específico para trances en los que los aplausos se quedan cortos o parecen inadecuados.
Habría que inventar algo que le dijera a alguien que lo que hace no merece un aplauso, pero sí reconocimiento, mucho reconocimiento. Un gesto humano que no se usara lo mismo para una proeza deportiva o artística que para enaltecer a quienes cargan con un dolor que no pidieron, y que nadie puede, ni quiere, siquiera imaginar cómo lacera: el dolor que aflige a las familias de los desaparecidos en México.
El jueves pasado, en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco la organización El Día Después (https://eldiadespues.mx/) presentó el cortometraje documental Sin Tregua. Durante 26 minutos madres de desaparecidos narran lo que es lamentarse de no estar muerto para así dejar de sufrir el infinito duelo que causa no saber cómo está tu hija, tu hijo, dónde lo tienen, dónde lo dejaron morir o muerto esas manos criminales que lo sustrajeron de su entorno; dónde para ir a buscarlo ellas mismas, sabedoras como están de que no será buscado por autoridades omisas e indolentes.
Hay 40 mil desaparecidos en México. Y, dijo ayer el presidente de la República desde Palacio Nacional, son la prioridad número uno del gobierno federal. Quizá sí son algo importante para esta administración. O al menos parece un cambio, mínimo pero simbólico, que este mandatario sí hable de eso, sepa de eso, encargue eso. Pero, ¿qué pasará a partir de ahí? Difícil ser optimista cuando las fosas, esas que descubren las propias familias y nadie más que ellas, siguen vomitando mes con mes cadáveres por identificar.
Pero mientras, el cortometraje Sin Tregua nos agarra del cogote. Las voces de las madres de los desaparecidos que en ese documental se escuchan nos recuerdan, sin decirlo directamente, que México es una ficción: que las mañaneras no valen nada; que el PIB es una entelequia; que el Poder Judicial es una vacilada; que los gobernadores son irrelevantes, las procuradurías una farsa, la policía una burla. Nos recuerdan que hay decenas de miles de familias que siente una bofetada cuando alguien dice que en nuestro país hay Estado de derecho, congresos, juzgados, fiscalías, peritos, derechos humanos… democracia.
Habría que inventar algo para que al final del documental uno sepa qué hacer. Porque aplaudir no basta. ¿Cómo limitarse a aplaudir a la docena de madres y padres que tras la proyección del documental subieron al estrado del CCU Tlatelolco?
¿Aplaudo y ya? ¿Te aplaudo por la entereza de tu búsqueda a pesar del inimaginable dolor? ¿Les aplaudo para quitarme de encima la vergüenza de que en los hechos van demasiados años en que nos vale madres su lucha?
Termina el documental y no quiero aplaudir. Quiero hacer algo más que eso. Llorar sería un insulto con esas familias. Cómo ponerse a llorar frente a ellos si uno también ha sido indolente, igual que los gobiernos. Por eso habría que inventar algo que no fueran aplausos.
Quizá para eso se inventaron los abrazos. Pero cómo dar abrazos a la distancia. Cómo hacerlos que resuenen. Cómo hacer que con abrazos, o con lo que se invente, la gente interrumpa su rutina, fije su atención y se sume a la causa de las familias de los desaparecidos así sea por un día.
Habría que inventar algo que lograra que no llamemos normalidad a lo que pasa mientras no haya justicia para esas familias y para las familias de los miles y miles de asesinados en este siglo en México.
En espera de que algo más ocurra, al menos habría que atender la petición de las familias de los desaparecidos: que todos los que puedan se sumen a la marcha que este viernes 10 de mayo realizarán en todo el país para reclamar que se busque a sus seres queridos.
Y habría que vincularse a El Día Después, que invita a movilizarse más allá de lo que hagan gobiernos y autoridades, más allá de eso que nos consume los días porque parece importante y, realmente, no lo es.