Como en todo proceso electoral, todos los protagonistas de un sistema político ponen en juego su poder e influencia.
Así lo dicta, en esencia, la democracia real, la que se disputa, más allá de las reglas que se estampan en las leyes electorales, en las urnas y en un contexto social que se caracteriza por el cambio constante y, por tanto, por un alto grado de incertidumbre.
En la elección 2019, en Tamaulipas, cada uno de los actores del sistema político, ponen sobre la mesa de la democracia las cartas que representan su poder e influencia en una jornada que, de entrada, se pronostica de baja participación ciudadana, reflejo de una sociedad ausente que sólo se manifiesta con quejas y reclamos en las redes sociales.
El próximo domingo 2 de junio, Tamaulipas acudirá a las urnas para dirimir la conformación de la siguiente Legislatura, la número 64, un Congreso del Estado actualmente dominado a plenitud por el Partido Acción Nacional (PAN) a raíz de su arrolladora victoria obtenida en el histórico proceso electoral de 2016.
Más allá de las 22 diputaciones locales de mayoría relativa y de los 14 asientos de representación proporcional que se encuentran en disputa, la elección tamaulipeca de este año es inédita por una razón: El poder parlamentario se lo pelearán el PAN, partido que detenta el gobierno estatal, y el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), una organización partidista en construcción y que ejerce el gobierno federal.
Será, como dirían los clásicos deportivos, un mano a mano, tal como ocurrirá en los otros cinco estados donde habrá elecciones: Puebla, Baja California, Aguascalientes, Durango y Quintana Roo.
Si bien las gubernaturas poblana y bajacaliforniana prácticamente están en manos morenistas según los reportes de las encuestas, la historia luce distinta en la contienda por el control del Poder Legislativo en tierras tamaulipecas.
Este punto es muy importante rumbo al futuro: Si el gobierno estatal panista logra mantener su hegemonía en el Congreso, no sólo derrotará a Morena y al lopezobradorismo en la entidad, sino que enviará un contundente mensaje político hacia el escenario nacional.
¿Cuál es ese mensaje? Muy simple, pero muy significativo: Morena y, por tanto, AMLO, sí pueden ser derrotados en las urnas.
Para el gobernador de Tamaulipas, Francisco García Cabeza de Vaca, ese sería un gran logro que lo colocaría como un protagonista en el escenario político nacional, portador de una voz fuerte y clara, con argumentos, con el fin de algo urgente: reagrupar a la oposición mexicana hacia la elección crucial, auténtico referéndum, la que se registrará en el año 2021.
Por ese motivo, entre otros, el proceso electoral de 2019 es tan relevante para el cabecismo: no sólo visualiza el duelo de fuerzas políticas en el plano estatal, sino lo que puede representar una victoria blanquiazul en un contexto nacional cada vez más incierto y confuso tras el singular primer semestre de gobierno de la Cuarta Transformación.
Morena, por su parte, pone en juego la viabilidad de un proyecto opositor en Tamaulipas. Cuando parecía construir una oposición sólida, con reales posibilidades de ganar el Congreso del Estado, el pleito interno sostenido por Yeidckol Polevnsky y Ricardo Monreal puso contra la pared al movimiento lopezobradorista.
El manual político electoral indica que partido que llega dividido a una elección, pierde. La realidad de Morena: es una organización partidista que se encuentra en ‘obra negra’, con liderazgos que jalan, de acuerdo a sus intereses, en direcciones diferentes, confrontados por proyectos todavía lejanos.
A pesar de la división evidente, Morena representa la marca opositora en la entidad tamaulipeca. Esa condición le proporcionará un buen caudal de votos. ¿Serán suficientes para pelear la mayoría parlamentaria?
Otra historia está en juego: Después de la peor catástrofe electoral sufrida en su historia con los resultados de 2018, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) todavía no toca fondo. Su lucha, esta vez, se enfoca en lo elemental: sobrevivir.
Si el escenario luce oscuro para el priismo a nivel nacional, en la esfera estatal las cosas tienen un matiz apocalíptico.
A diferencia del año pasado, cuando el Partido Revolucionario Institucional (PRI) todavía era gobierno en tres municipios importantes del estado, Tampico, Ciudad Victoria y Matamoros, lo que le permitía contar con recursos para operar sus ‘estructuras’, en esta ocasión el priismo sólo aspira a contar con una mínima representación proporcional en el Congreso del Estado.
Con una impresionante fuga de priistas hacia el PAN y Morena, el partido tricolor se desfondó en Tamaulipas. Muerto el rey, los militantes y, sobre todo, los operadores del viejo sistema buscaron a los nuevos reyes de la política estatal y nacional por un natural impulso que rebasa la ideología: el instinto de sobrevivencia.
Para utilizar términos futbolísticos, el PRI peleará por no descender a la segunda división política en la entidad, al plano de los partidos que integran ‘La Chiquillada’, aquellos que sólo aspiran a obtener las prerrogativas de ley para solventar los gastos de sus directivas burguesas, pero sin idea ni posibilidad alguna de ir más allá.
Entre otras cosas más, eso es lo que está en juego en la elección 2019 que se escenificará el próximo domingo 2 de junio en Tamaulipas. Es la lucha por el poder, es la batalla por el Poder Legislativo.




