Por su ubicación geográfica, Tamaulipas, más que Tijuana y Ciudad Juárez, es el punto al que todo migrante quiere y sueña llegar. Si logra pasar al lado americano, es feliz; si no, no le importa, busca empleo en las ciudades de la frontera de lo que sea y echa raíces para siempre.
Esta región comparada con los países de donde vienen, es literalmente, la tierra prometida a pesar de los “San Fernandos” y la violencia que todos los días viven y padecen los habitantes fronterizos.
Cuando al migrante se le llega a complicar la existencia en Tamaulipas, no batalla y se desplaza a Nuevo León, particularmente a la ciudad de Monterrey y su zona metropolitana, considerada por muchos como la ciudad santuario donde los migrantes reciben empleo y oportunidades de trabajo. Cada año, llegan a Nuevo León 100 mil personas provenientes del interior del país y de Centroamérica. La diferencia entre Nuevo León y Tamaulipas es que el migrante prefiere quedarse en tierras regias y los que llegan a territorio tamaulipeco, buscan por todos los medios brincarse hacia los Estados Unidos y cumplir así su sueño americano.
Pero en los últimos años, se han complicado las cosas para el migrante. Por un lado, el cruce hacia tierra estadounidense se endureció; y no sólo eso: las redadas y la persecución de la policía en el lado americano contra los ilegales ha inundado de repatriados a ciudades como Nuevo Laredo, Reynosa y Matamoros, provocando un problema social en el Estado. De acuerdo al Instituto del Migrante en Tamaulipas, en los últimos 5 años fueron expulsados de los Estrados Unidos arriba de 25 mil migrantes y todos se han quedado en la frontera.
Los gobiernos municipales y el mismo gobierno del Estado ya no pueden sostenerlos en sus centros de atención, y el gobierno federal se ha hecho el occiso y no aporta recursos para apoyarlos a pesar de que es de su competencia hacerlo.
En los próximos días después del “Acuerdo pactado con Trump”, Tamaulipas estaría recibiendo a más de 50 mil ilegales que serían expulsados por los Estados Unidos, más si se le suma a los 8 mil que están dispersos en las ciudades de la frontera, atiza a una crisis social de dimensiones inimaginables.
Tamaulipas no resiste más oleadas migratorias, y lo que es más crítico es, que ante la necesidad de estos, los grupos criminales se frotan las manos porque muchos de los migrantes, al no tener oportunidades lícitas de trabajo, no tienen otra opción que enrolarse con las bandas del crimen. En menudo lío están metidos los gobiernos en sus tres niveles, pues no hay dinero que alcance para sostener a tanto migrante. El problema es complejo y no tiene salidas ni alternativas que valgan.
El asunto de la migración en Tamaulipas y Nuevo León y en todo el país, muchos no lo han dimensionado pero está convertido en un problema de seguridad nacional. La miopía de la federación que anda con el alma caritativa no concibe la gravedad del tema.
Durante los próximos meses, Trump se encargará de decirle a México y a su gobierno el tamaña del problema que se tiene en casa.