No obstante las advertencias formuladas por cinco de los seis aspirantes a la presidencia nacional del PRI en el sentido de que existe el riesgo de que la elección del sucesor de Claudia Ruiz Massieu vaya a ser amañada, como ha ocurrido en el pasado, todo parece indicar que la trampa está puesta para la imposición cupular del nuevo jerarca tricolor.
A decir de los la mayoría de los participantes, aparentemente los dados se han cargado para favorecer el arribo al CEN del gobernador con licencia de Campeche, Alejandro Moreno Cárdenas, a través de un proceso selectivo simulado, como llegaron al cargo otros jerarcas priístas.
El ex rector de la UNAM, José
Narro Robles, denunció una serie de irregularidades del proceso en turno, entre ellas, que a última hora se agregaron al padrón de militantes autorizado para la actual contienda otros 654 mil nuevos miembros, maniobra que deja entrever que todo parece dispuesto para realizar una nueva simulación del partido político.
¿Cuál sería el beneficiario de la supuesta medida?, los aspirantes coinciden en que Moreno Cárdenas, quien, como se sabe, pidió licencia al cargo de gobernador para buscar la presidencia del CEN, permiso que seguramente no habría solicitado si no tuviera la certeza de que será el próximo jerarca del ex invencible.
Para tratar de evitar la maniobra, los contendientes han planteado la firma de un acuerdo en el que todos se comprometen
a que, quien llegue al Comité Ejecutivo Nacional, no buscará ningún cargo en la sucesión residencial del 2024, esto con el objeto de impedir que la dirigencia sea un trampolín político, propuesta que todo apunta a que no firmaría el campechano o que si lo firmara no lo cumpliría.
Los candidatos coinciden y están conscientes de que la eventual imposición de Alito, como le dicen al mandatario campechano por cariño sus amigos, aunque hay quienes le llaman también AMLITO por la supuesta cercanía que aseguran que el gobernador tiene con el Presidente de la República, ya ha comenzado.
Cabe señalar que si, como piensan Ivonne Ortega Pacheco, el ex rector de la UNAM, el ex gobernador de Oaxaca, Ulises Ruiz, José Ramón Martel y René Juárez Cisneros, el partido vuelve a las viejas mañas de la línea, el dedazo, las imposiciones y las farsas, para dejar
las riendas del partido político a un representante de los 12 gobernadores priístas, obviamente con el visto bueno de los ex presidentes del país, el PRI habría firmado su propia sentencia de muerte.
El Revolucionario Institucional habría desaprovechado quizá la última oportunidad para convertirse en un miembro distinguido del régimen de partidos políticos que acepta los avances democráticos y seguirá cavando la
tumba que empezó a cavar en la elección federal del año pasado por impedir a sus militantes elegir libremente a sus dirigentes y candidatos, ya que un instituto que no acata las reglas del juego político ni las voluntad de sus agremiados está condenado a desaparecer.
Hablando de otras cosas, el golpe político que le dio al presidente López Obrador un compañero de partido, fue demoledor. Si se lo hubiera asestado un panista, un priísta o cualquier ciudadano apartidista, se entendería, pero que
el propio presidente de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, Porfirio Muñoz ledo, acusara al tabasqueño de haber traicionado a la historia por aceptar medidas migratorias de los Estados Unidos, es una agresión verdaderamente cruenta. Habría que recordar, a propósito, aquella frase que dice que es preferible morir de pie que vivir de rodillas.
Sin embargo, parece que, ante el
temor de que los sacrificios que habrían causado a los más pobres de México los aranceles anunciados por el mandatario estadounidense hubieran hecho añicos el bono de popularidad del 2018, a AMLO no le quedó de otra que ceder a las amenazas de Washington.
Eso le ha permitido ganar tiempo y analizar detenidamente las acciones a
que habrá de emprender para responder
a Trump si insiste en imponer las tarifas comerciales, como aplicar tributos similares a los productos norteamericanos o lo que sea para que la embestida del inquilino de la Casa Blanca no quede impune, mucho menos que éste convierta el gobierno obradorista en rehén de la reelección de noviembre.