MIQUIHUANA, TAMAULIPAS.- El altiplano tamaulipeco es único, por su vegetación desértica y por la peculiaridad de sus pueblos. El amplio desierto en el que imperan palmas de chochas, magueyes, nopaleras y biznagas contrasta con la parte serrana repleta de bosques de pino.
En el trayecto de la carretera “Rumbo Nuevo” de Ciudad Victoria a San Luis, se encuentra el camino que dirige directamente a Miquihuana y a Bustamante, dos de los municipios más pobres del estado económicamente hablando, pero ricos en cultura y el trato de su gente.
Entre las peculiaridades que guarda la región se encuentra la Colonia Agrícola “La Peña” justo unos kilómetros antes de llegar a la cabecera municipal de Miquihuana, muestra un escenario digo de contemplar para el visitante.
Calles bien trazadas y empedradas o pavimentadas, humildes casas de adobe pero bien construidas y cimentadas, y la atracción principal del lugar son los muros vivientes que delimitan a cada uno de los domicilios. Órganos verdes y altos que se amontonan para impedir el paso de animales y de personas.
Entre los actuales habitantes de La Peña desconocen el origen de la tradición por sembrar los órganos apelmazados para dividir domicilios, aunque todos coinciden que el costo de sembrarlo y mantenerlos ha ayudado a su sobrevIvencia.
“La costumbre de usar los órganos como paredes tiene más de cuarenta años, el padre de mi esposo ya los usaba cuando yo llegué aquí proveniente de Bustamante”, dijo la señora María Beatríz Becerra de 48 años.Habló también de las propiedades de estas plantas: Si los remojas, luego puedes utilizar el agua para lavar el cabello, evitas la calvicie”.
Explicaba el uso que le dan a la planta mientras apretaba una flor llena de un líquido transparentes.
“Así amanece todas las mañanas, llenas de miel y aunque no dan frutos siempre está llena de abejas y colibríes”
“Todas las mañanas amanece así”.
UNA TRADICIÓN EN EXTINCIÓN
La tradición de utilizar las cercas “vivientes” fue una necesidad ante el alto costo de los materiales y las precarias condiciones de vida que padecen sus habitantes. Además de la escasa producción agrícola y de animales de corral, la mayoría de sus habitantes obtienen el sustento diario con el tallado de lechuguilla.
Doña Asucena, mientras desgrana maíz para alimentar a su ganso, explica que también sirve para hacer corrales debido a que la planta crece rápido y basta con cortar un pedazo y plantarlo en otra parte para que también crezca.
“La única desventaja es que tienen un ciclo de vida, cuando se mueren, se mueren y ya”.
“Por eso muchos de los vecinos que reciben dinero de sus familiares en Estados Unidos prefieren tumbarlas y construir muros de block o de adobo”.
“Así muestran también que les va bien”, aseguró.
EL AGUA, LA CARENCIA DE SIEMPRE
Una de las principales quejas de los habitantes en La Peña es la falta de agua.
“Tenemos que levantarnos en la madrugada para llenar tambos, porque si no lo hacemos no tenemos para asearnos, lavar los trastes y bajarle a los baños”.
Aseguran que tienen aproximadamente una hora y media de agua al día, pese a las obras de infraestructura en bombeo de agua que se llevaron a cabo.
Aunque algunos domicilios de La Peña ya presumen sus paredes de concreto, la mayoría, aun las que ya cuentan con material aún necesitan de los órganos, o conocidos en otras partes como Chilayo para delimitar espacios.
Mientras sus habitantes deciden si cambiar a la petición de sus familias en Estados Unidos de sus muros vivientes a la dureza del concreto, el paisaje de la Peña se adorna entre calles bien trazadas y empedradas. Que combinan con el paisaje desértico y las montañas repletas de pinos.
Y un sol que quema pero no calienta tanto por la altura que ostenta el altiplano tamaulipeco.
En una región que exige de mayor atención a las necesidades de su población. De agua, la principal carencia y de empleo ante las pocas posibilidades de conseguir empleo en una zona marginada y desértica.