Desde hace nueve años, Pilar tiene el corazón hecho pedazos. En el 2010, su esposo salió de Honduras en busca del sueño americano, pero en el camino se extravió y nunca más supo de él. La última vez que lo vieron fue entre ciudad Valles y Mante, pero su esposa ya peinó toda la huesteca potosina y nada; ha desenterrado más muertos que todos los servicios forenses del país, y su búsqueda ha sido inútil.
“Me corazón me dice que ya no está en este mundo, pero no importa: yo sólo deseo encontrar sus huesos para besarlos y decirle cuanto lo quiero…no pido más”.
Pilar, cada verano, desde hace nueve años hace su dolorosa travesía de Honduras hasta el noreste de México, “voy a descansar en paz hasta que pueda besar sus huesos”, así se lo ha confesado al padre Pedro Pantoja, protector de migrantes en Saltillo, Coahuila.
Este dolor está matando a miles de mujeres que buscan a sus desaparecidos en México, como María Isela, la madre que se hincó este martes ante el presidente López Obrador y le pidió entre lágrimas que le ayudará a encontrar a su hijo Roberto del cual no sabe de él desde el 10 de marzo del 2014 cuando desapareció en la colonia Ls Fuentes de Reynosa.
“Yo te voy a ayudar, lo vamos a buscar y te lo voy a entregar”, le dijo el presidente, y ayudó a levantarse a la afligida madre, que igual que la esposa hondureña, armada con palas y picos han abierto pozos y fosas buscando los restos de sus seres queridos.
Frente al dolor de estas mujeres, el discurso oficial frío y demagogo no cambia. El gobierno se vuelve insensible y consecuente. Promete, asegura y jura que habrá justicia para todos, y que los 40 mil desaparecidos en estos últimos doce años, recibirán su cristiana sepultura y las lágrimas de las madres, esposas dejarán por estos rostros cansados.
¡Con el dolor no!.
La respuesta del presidente de la Cuarta Transformación fue la misma que Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, en su momento dijeron a los y las dolientes de esta pesadilla que va para tres sexenios, “ésta es la peor herencia que me dejaron los gobierno pasados”, dice el presidente quien promete y promete que esto va a cambiar y que los desaparecidos, aparecerán.
“Te lo voy a entregar”, es una salida fácil. Los discursos y las justificaciones hoy salen sobrando; hacen falta acciones. Hallar a Roberto, hijo de María Isela, o a cualquiera de los que ya no están es como buscar una aguja en un pajar, sin embargo, prometer que “te lo voy a encontrar”, no se vale. La revictimización que el gobierno hace de estas mujeres que van de evento en evento, debe parar. Este martes regresaron a La Mañanera, donde ya habían estado y habían llorado. Y la foto sigue siendo la misma, y el discurso y la promesa igual.
De los 40 mil desaparecidos oficialmente, solo 300 han sido identificados; es decir, menos del 0.5 por ciento. En lo que va de este sexenio se han encontrado 426 nuevas fosas con 550 cuerpos, pero solo 26 han sido identificados. En 12 años, en todo el país se han descubierto casi 3 mil fosas con más de 4 mil cadáveres, pero son muy pocos los identificados.
El dolor de Pilar, y de María Isela, no debe usarse más como instrumento mediático para acusar al pasado o admitir la ineptitud de este gobierno que reparte culpas y esconde responsabilidades.
Con el dolor de estas mujeres no se puede hacer política: menos gobernar. Es tiempo de acciones y resultados, porque la esperanza también se cansa.