Don Beto Reyes es oriundo de Torreón y desde niño siempre trato de conseguirse un pesito honradamente. Los años cincuenta fueron especialmente difíciles en la comarca lagunera, pero el don, siempre procuró por si mismo llevarse un taco a la boca y calzar sus pies con el fruto de su propio trabajo.
Siendo apenas un chamaco empezó vendiendo dulces como ‘charolero’ en los camioncitos que llegaban de las decenas de ranchos de la Laguna.
Sin embargo se dio cuenta que por más que chambeara siempre había que reportarle su patrón la venta del día así que hubo un momento en el que dijo “¿Pues porque no los hago yo?” y así fue como viendo aquí y preguntando allá se fue instruyendo en el delicioso arte de hacer estas tradicionales golosinas.
Con los años fue perfeccionando su técnica y llegó a tener su negocio propio.
Poco después Don Beto se unió a una comunidad de artesanos que recorrerían la República Mexicana de Tijuana a Mérida y de Matamoros a Tuxtla Gutiérrez, el centro, el bajío todos los puertos de este bello país.
Don Beto pasó gran parte de su juventud conociendo cada una de estas plazas en las que se ofrecía su riquísimo cargamento.
Pasado un tiempo conoció a la que sería su esposa, Doña Malena oriunda de Teziutlán Puebla y se casaron y ya con familia llegó a pisar tierras victorenses en los últimos años de la década de los sesenta pues recuerda que en ese tiempo se estaban organizando en México los Juegos Olímpicos del 68.
Así fue como don José desempacó en la capital cueruda y desde entonces reside aquí, pues como él dice “aquí metí aclimaté”.
Don Beto recuerda con mucho gusto la época en la que se estableció. Una de las primeras personas que lo ayudaron fue Don José Villarreal pues para apoyarlo no le cobraba la renta en un local al lado de su mueblería. Con mucho esfuerzo Don Beto vio como su negocio de dulces empezó a prosperar y cambio de un local a otro aunque siempre en zona céntrica hasta que finalmente se mantuvo en la calle Hidalgo entre el 18 y 19.
Pero mantenerse en el negocio de los dulces no ha sido fácil pues fue necesario diversificarse y generar una gran variedad de golosinas. Sin embargo esto no es una tarea fácil pues cada una de las diferentes piezas que ofrece tiene también una manera especial de fabricarse por ejemplo el dulce de leche cuya preparación ocupa que durante 7 u 8 horas debe quemarse la leche con azúcar hasta que llega a, como él dice, “a un punto de hebra” y se deja reposar de un día para otro. Teniendo ya esta mezcla lista se coloca los diferentes moldes y decora.
La calabaza en cambio se tiene que dejar reposando en cal y al día siguiente se limpia y se le coloca la miel. Después escurre durante horas y finalmente queda cristalizada.