*El columnista es Premio Nacional de Periodismo 2016 y autor de las novelas “Erase un periodista”, y “Rinconada, la historia prohibida del maestro Ricardo” y del libro de cuentos, “Por acá dejó su alma”.
Ya sabéis que el gobierno morenista está comprometido a evitar hasta dónde sea posible, la migración proveniente del sur. En especial de Guatemala, el Salvador, Honduras y Nicaragua.
Este esfuerzo material agrega el carácter humano que aplica en todos aquellos que se aventuran a buscar nuevos horizontes. Y son tal cantidad que la cifra escapa a cualquier osada imaginación.
Las escenas que nos traen los medios de comunicación son impactantes, solo ignoradas por quienes no conocen y por tanto no entienden, el fenómeno de la migración, vigente por los siglos de los siglos, alrededor del mundo.
La fraternidad entonces, ordena apoyo incondicional de los mexicanos hacia quienes hacen camino rumbo al norte, como parte de un sentimiento universal que debiera prevalecer como ordenamiento primigenio de la naturaleza.
La solidaridad entonces, es o debiera ser, propia de la raza humana sin excusa ni pretexto.
En este sentido, México cumple con los hermanos de Centroamérica y de otras partes, que llegan bajo la convicción de que en nuestra tierra no existe discriminación, ni racismo, ni persecución, y que han de encontrar alimento en cualquier mesa, por humilde que esta sea.
Sin embargo, no siempre fue así. Veamos:
El 31 de diciembre de 1958, casi un mes después de que Adolfo López Mateos rindiera protesta como presidente de la república, se registró un incidente en el océano Pacífico, cuando el ejército guatemalteco ametralló a barcos camaroneros de procedencia mexicana, que presumiblemente se encontraban en aguas guatemaltecas, provocando la muerte de tres personas y dejando catorce heridos y algunos detenidos que sufrieron cárcel y tortura, según los testimonios conocidos.
Desde luego hubo protestas del gobierno mexicano, que alegaba confusión en la delimitación de las aguas internacionales, aunque se llegó a comprobar que los camaroneros sí violentaron las leyes en la materia.
Aun así, el presidente López Mateos decidió romper relaciones diplomáticas con Guatemala, (23 de enero de 1959) incluso se le acusó de pretender invadir dicho país con el apoyo de Belice.
Por su parte Miguel Ydígoras Fuentes, presidente guatemalteco, había advertido días antes, “bombardear y ametrallar hasta hundir todo barco pirata de día y de noche, hasta acabar con los bandidos, piratas y filibusteros”.
Y con ello puso en marcha la “operación Drake”, en recuerdo de Francis Drake; corsario y traficante de esclavos del siglo XV1, y reconocido pirata inglés al servicio de la corona, que le valió ser nombrado Caballero por la Reina Isabel primera.
El asunto fue que México rompió relaciones con la nación vecina, primero diplomáticas y luego comerciales. Y a punto estuvo de desatarse la guerra, de no haberlo evitado la Organización de estados centroamericanos, cuando ya los ejércitos estaban frente a frente en la frontera.
Aunque dicen que México llevaba las de perder, ya que su ejército en número era apenas la mitad del guatemalteco, e inferior en preparación y armamento.
Y ha de creer que en este conflicto, Guatemala recibió el apoyo de El Salvador, Honduras y Nicaragua.
Los tiempos cambian, eso-que-ni-que. Ahora, miles de familias provenientes de dichos países reciben asilo incondicional en México, sea con la más profunda solidaridad humana y ni quien se acuerde de la confrontación que puso en peligro la paz de la región.
Pero, ¡claro!, los gringos tuvieron mucho que ver en el problema a través de la “United fruit company”, pero esa es otra historia.
UNA RENUNCIA “NO HACE AIRE”
Mientras tanto mucho ruido en torno de la renuncia de Carlos Urzúa como secretario de Hacienda.
Mucho ruido digo, como si este tipo de acontecimientos no fueran normales en cualquier régimen.
Usted dirá que el hecho corresponde a la circunstancia de que los adversarios de la 4T buscan cualquier pretexto para seguir atacando a AMLO. Esto se llama mezquindad.
Por las razones que guste y mande, Urzúa no quiso seguir en el gabinete y punto. Lo bueno es que nadie es necesario y en México sobra quien pueda suplirlo con la capacidad y vocación de servicio suficiente, tal cual sucede con Arturo Herrera.
No se va a hundir México con la salida de un secretario del gabinete por importante que parezca. Existen otras muchas cosas por las que el país seguirá siendo grande y poderoso.
No hubo tanto escándalo durante el régimen de Calderón, cuando en Hacienda José Antonio Meade sustituyó a Ernesto Cordero; o en el sexenio anterior, donde Luis Videgaray, José Antonio Meade y José Antonio González Anaya, transcurrieron por la dependencia, con más fracasos que triunfos a cuestas.
Que la renuncia de Urzúa señala obstáculos y probable confrontación con otros funcionarios. Pues qué bien, ya pasaron los tiempos en que todo quedaba “por motivos personales”.
Pero mejor hubiera sido que señalara nombres y apellidos. Digo, pa’ que la función fuera redonda.
Cierto, los enemigos de la república tienen combustible para unos días, después regresarán al mundo borrascoso de sus rencores y venganzas fallidas.
¡Ah, bruto!.
Y hasta la próxima.