El Caminante amaneció “en un grito”. Un fuerte dolor le recorría la espalda y en especial le punzaba fuertemente a la altura del omóplato izquierdo. Un estallido que no le cesaba estando parado, sentado, acostado ni colgado. “Ha de ser una contractura” pensó y se dirigió al consultorio médico. El galeno le recetó relajantes musculares y analgésicos que no funcionaron, antes bien le imposibilitaron para conducir y estar alerta en el trabajo.
Acudió a fisioterapia y solo obtuvo beneficios paliativos. Después intentó con un método oriental, pero resultó ser de efectividad muy dudosa. Luego vino un quiropráctico de enseñanzas sudamericanas. Nada. El dolor regresaba al dia siguiente. Fue entonces cuando un camarada le recomendó visitar al ‘huesero de Victoria’. ‘El Flaco’ le aseguró al Caminante que él le ayudaría de manera inmediata:
“A mi me acomodó una pierna en cinco minutos, ya andaba bien jodido y en un dos por tres me arregló” le confesó ‘El Flaco’
De entrada, al Caminante no le cuadró la idea pues no tenía muchas referencias del mentado huesero. Pero el dolor es canijo. “el que nada sabe de todo se unta” dice el dicho y decidió hacerle el intento.
El lugar donde el huesero atiende es muy conocido en el mundo ‘underground’ de los remedios urbanos. Al llegar a ese sitio, unas letras en forma de “huesitos” le avisa que ‘ahí es’.
El Caminante llegó pero tuvo que esperar su turno pues una señora de la tercera edad estaba siendo atendida. Minutos mas tarde salió con una sonrisa en el rostro y caminando derechita junto a su hija que batallaba para seguirle el paso a la recién sanada.
– ¡Pásele joven! ¿En que le puedo ayudar? – preguntó el huesero
– Pos me duele aquí y aca – contestó el Caminante señalando su espalda y hombros
El huesero le revisó el dorso y con serenidad dio su diagnóstico de manera contundente:
– Trae el omoplato izquierdo dislocado y el derecho desnivelado, acuéstese boca abajo y las manos hacia atrás por favor – dijo el anciano señalando un catre.
Lo que ocurrió a continuación podría ser llamado de muchas formas: milagro, prodigio, sorprendente o fantástico.
El anciano movió los brazos del Caminante en varias direcciones, presionó, jaló y un leve chasquido avisó que la articulación había sido acomodada eficazmente.
– A ver párate y trata de tocarte una oreja y luego la otra con el brazo izquierdo – solicitó el anciano y el Caminante lo hizo sin sentir cualquier rastro de dolor
– Oiga ya no me duele, ¡y puedo alzar mi brazo sin problemas! ¿Pues que me hizo?
– Le puse el hueso en su lugar, ahora acuéstese que le voy a alinear la columna pues trae un daño ahí también.
El hombre fue presionando vértebra por vértebra (un par de ellas literalmente ‘tronaron’) hasta dejar al Caminante mas derechito que un soldado recién graduado.
El vago reportero quedó atónito al ver como semanas de dolor constante desaparecieron en un ‘tris’.
El huesero sonreía contento de ver como sus manos nuevamente y como lo hace desde hace casi cuarenta años ayudaban a otro quejumbroso paciente.
Y no es para menos.
El huesero, quien muy convencido afirma que “no le gusta la publicidad” y que prefiere mantener su nombre en el anonimato cuenta que nunca imaginó que un dia se dedicaría a ayudar a la gente de esta manera, antes bien asegura que su caso fue netamente un mandato divino.
“Me jalaron dos veces las orejas” dice el hombre al recordar la manera en que se inició en esta tarea.
“Había un señor que curaba en Jiménez y me conectaron con él, yo me iba a operar debido a una lesión y usaba muletas. Me atendió y al día siguiente ya andaba yo caminando. Mi papá le decía a gritos a mi mama: “¡Mira nomas a este ya anda caminando!”
“Después mi mamá se me lastimó también de la columna, fuimos con ese señor y me pidió que los acompañara en la consulta. ‘Pásate muchacho’ me dijo y en ese momento me instruyó para hacer la presión exacta en cada vértebra de mi mamacita.
Yo ahí sentí como mis manos se movían solas, fue cuando comprendí que Dios me estaba guiando” relata el huesero.
Por aquellos tiempos el curador era aficionado a partidos de futbol amateur, en cierta ocasión le tocó ver como a uno de los jugadores le hicieron el temido “banquito” y al chocar con el suelo se le zafó un brazo. El hombre reaccionó por instinto y corrió a auxiliar al herido. Debido a la adrenalina del momento no recuerda bien ni como fue pero lo que si tiene bien grabado en su mente es que serenó al lesionado y de un solo movimiento le acomodó el hueso en su lugar. El futbolista se levantó y siguió jugando como si nada.
Una segunda ocasión, otro deportista cayó de sentón. Nuevamente el hombre se paró como de rayo y acudió a auxiliar al joven. De un solo movimiento le acomodó una pierna.
Fue entonces que el hombre sintió el llamado de Dios para ayudar a su prójimo. “Ya te entendí” recuerda que dijo en aquella ocasión. Esta emoción lleva al anciano hasta las lágrimas pues su amor y fe en Dios lo sobrepasa. La felicidad de sentirse usado por el creador para derramar su bendición traducida en sanidad.
Pero todo esto seria vana palabrería sino existieran pruebas de su increíble labor. Pero las hay.
El hombre tiene varios diarios en los cuales sus pacientes escriben emotivos testimonios de su puño y letra.
Algunos de los textos hablan de dolores, imposibilidad de caminar. Otros relatan que prácticamente se estaban dejando morir a causa del sufrimiento continuo e intenso. Páginas y páginas escritas con tinta azul, con letra manuscrita, de molde, algunas con faltas de ortografía pero con mucha emotividad.
Paradójicamente el huesero no monetiza su destreza de manera codiciosa, el pago por sus servicios es ridículamente bajo, sin embargo algunos pacientes en agradecimiento le llevan pollos, mariscos, naranjas etc.
Inclusive algunos doctores le llevan sus pacientes para hallar una cura. “Esto que tengo es una luz que Dios me ha dado, un don, sin duda, como le digo los dedos solitos saben donde presionar, no soy un iluminado, soy simplemente una herramienta del Señor” afirma categóricamente. Aunque las molestias por el nervio ciático es lo que mas pacientes le proveen, hay otra razón por lo que es buscado: mujeres que tienen cierto detalle en su estructura ósea que les impide procrear. “Tengo mas de 30 ahijados que no podían salir porque estaba algo ahí movido, a veces en una sola sesión se puede corregir y al otro mes ya andan encargando” revela sonriente.
El paciente mas lejano llegó de Suiza, aunque también han acudido canadienses y norteamericanos, así como del interior de toda la república. Gente de escasos recursos y hasta poderosos funcionarios de gobierno lo han buscado.
Pero el huesero no busca fama ni millones. El está consciente de que su misión primordial es ayudar a la mayor cantidad de personas posible.
El Caminante se despide de este hombre sabio para permitir que otros puedan recibir la tan deseada ayuda.
El dolor de espalda y articulaciones se ha ido gracias a Dios y al huesero de Victoria. Demasiada pata de perro por esta semana.