Desde la elección presidencial de 1929 cuando el gobierno impuso a Pascual Ortiz Rubio como Presidente de la República, a sabiendas de que el triunfador había sido el candidato de la oposición José Vasconcelos Calderón, el PNR y el PRM, abuelo y padre del PRI, respectivamente, el Revolucionario Institucional se mantuvo ocho décadas en el gobierno de México a través de fraudes electorales. A decir de los historiadores, en los comicios de 1940, por ejemplo, el vencedor de la contienda presidencial fue el opositor candidato del Partido Revolucionario de Unificación Nacional, General Juan Andreu Almazán, pero los jerarcas peremistas impusieron a sangre y fuego a Manuel Ávila Camacho, lo mismo sucedió en los de 1952, cuando llevaron a los Pinos a Adolfo Ruiz Cortínez pese a que sabían que el ganador había sido el General Miguel Henríquez Guzmán. La historia se repetiría en el proceso electoral de 1987. Oficialmente se adjudicó la elección al priista Carlos Salinas de Gortari, pero para la mayoría de los mexicanos el gobierno despojó de la victoria al aspirante del Frente Democrático Nacional, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano.
En el proceso electoral de 2000, el presidente Ernesto Zedillo reconoció por primera vez la derrota del PRI y del candidato del entonces partido gobernante, Francisco Labastida Ochoa, ante al panista Vicente Fox Quesada pero se afirma que porque se lo ordenaron desde Washington. La causa, que desde la óptica del gobierno de los Estados Unidos, el PRI había dejado de ser garantía de estabilidad política y económica de México así como para los intereses norteamericanos.
Las crisis económicas recurrentes de los sexenios de Luis Echeverría Álvarez, José López Portillo, Miguel De Lamadid Hurtado, Carlos Salinas y de Zedillo Ponce De León y el creciente repudio de la sociedad a los regímenes priistas prendieron las luces de alerta y obligaron a los estadunidenses a poner fin a la hegemonía tricolor para evitar males mayores.
En todas las contiendas, las víctimas de los fraudes electorales fueron siempre los candidatos de los partidos opositores. Sin embargo, en la elección de los nuevos jerarcas nacionales del ex invencible de ayer domingo parece que esta vez habrían sido los propios priistas. Así lo indican, al
menos, la compra de votos, el relleno de urnas, el acarreo y las inconsistencias del padrón que impidieron votar a innumerables militantes, denunciadas por Ivonne Ortega y ex gobernadores. Lamentablemente, como no se permitió la supervisión de la jornada a instancias independientes a la Comisión Nacional de Procesos Internos, las eventuales impugnaciones de las anomalías y los habituales chanchullos ni siquiera se interpondrán ante los tribunales electorales.
Aunque al momento de cerrar este espacio no se conocía aún el resultado oficial de la competencia, la información preliminar indicaba que el gobernador de Campeche, Alejandro Moreno Cárdenas, estaba al frente de las votaciones y era el virtual triunfador de la contienda. Si, como parece, se concreta el triunfo de Alito, al que llaman candidato de la continuidad, la crisis del ex partido oficial se profundizaría y convertiría al organismo político en un partido minoritario subordinado al gobierno de AMLO. La afluencia de los votantes, como se había vaticinado, fue igualmente escasa. Pero mientras esto sucedía en las filas del PRI, en las del PAN, como se había anunciado, la Comisión de Orden y Disciplina expulsó del partido a los siete diputados locales, a la alcaldesa de Playas de Rosarito y a un síndico del ayuntamiento, que aprobaron la reforma legal en virtud de la cual se extendió de 2 a cinco años la gestión del gobernador de Baja California, Jaime Bonilla Valdez. En temas locales, por otra parte, el convivio que ofrecieron los panistas porteños al candidato a presidente del comité directivo municipal de Acción Nacional de Tampico, Pedro Romero Sánchez, puso de relieve que el Director de Protección Civil será el sucesor de Rosario González Flores, quien por cierto fue una de las ausencias notables a la comilona, en las riendas de la organización. Hay que señalar, o obstante, que a diferencia de Charo, a la que toco dirigir al partido albiazul cuando este era oposición, Romero Sánchez llegará al cargo con el plato servido y todo a favor para realizar una gestión sin problemas en la que el objetivo central será mantener a los panistas en el gobierno de la ciudad el próximo trienio, que tampoco será una hazaña, ya que hasta los adversarios dan como un hecho la reelección de Nader en el 2021.