Más que escribir un mensaje de texto, mientras caminas, lees el agua que escurre por tu brazo. Una gota de sudor, al no quedar de otra, se suicida y cae al suelo. Es el sudor de la frente. Es agua escapada de un río muy pequeño. Estás en Ciudad Victoria a 45 grados.
Quieres mover el termómetro y con la vista escasa buscas los pequeños números donde se le baja al termostato y comienzas a sentir frio al caminar por las calles y necesitas un suéter. Pero es mediodía y no es cierto. Hace más calor que nunca, estás delirando.
Y estás en Victoria y no es lo mismo ahora que pasan los años más pronto sobre los lentes, sobre el fin de semana y hay poca resistencia a las horas. Te quema el sol más rápido y lanzas el clásico: «antes no había estos solazos», ¿o sí? ¿Usted cómo sabe? Pregunte a los más grandes y nadie querrá decirle ni cuántos años tiene.
Te escriben las calles que quieren ampliarse. Las luces artificiales que quieren ser muchas, bastantes en cada plaza.
Y escribes a oscuras, sin dedos, para no tocar los pétalos de una rosa, y te espinas y eres la roca y no es cierto, te escribes por las calles, por donde pasas y por donde pasaron todos mojados, heridos, secos, fritos, retorcidos, mancillados, madreados, cansados, desamparados, estafados, moqueteados escribiendo un mensaje de texto.
Y estás en ciudad Victoria y esto es lo que fuiste, lo que hiciste con los ojos. Si los cierras no existe, no es tuyo, no puedes llevarlos a la casa o comerlos y vaciarlos. Son paredes de block, cancelería de aluminio, estuco, estructuras tubulares y fibra óptica. No puedes llegar muy lejos porque la ciudad se acaba. Entonces descaminas unas cuantas cuadras.
Uno ya conoce la ciudad que te sabe mirar. La que te espía si te detienes en una esquina. O la otra, más atrevida, que te pone la mano en la espalda cuando caminas y volteas y te habla. Y no contestas. Nadie contesta. Hace mucho que no ves un libro.
La ciudad camina, y por la calle es don José que lleva puros de a doscientos en la bolsa del pantalón, es el cuate que vende dulces, es doña María, la del bolso negro con amarillo, lleva dos pesos. Antes, del banco, salió el aire y después muy despacio salió un chavo leyendo un mensaje de texto. ¿Qué es esto?
Vas por la calle real leyendo un plano virtual. No sea que se vaya a mover la aplicación y la ciudad tenga que irse a otra ciudad. Uno podría llegar a creer que está sin estar. De hecho uno hace mil cosas sin estar, paga sin ver, y corre volando mientras sube fotos a la red y todavía quiere que le hagan comentarios.
No estás, pero cruzas la calle, no ves para atrás ni para adelante. Estás en Victoria y levantas la mano y saludas a todos el respetable, para seguir agachado hablando con el mundo.
Y el mundo lo sabe. Acabas de postear una pic donde sales muy sonriente, atrás salió un perro que te estuvo siguiendo todo el tiempo. Es tu perro y no quieres regresar, prefieres borrarlo del facebook.
HASTA PRONTO