El calorón de la canícula empieza a apretar desde el amanecer. Los rayos del sol muy puntualmente bañan el relieve urbano de uno de los barrios mas populosos de la capital.
Una camioneta de doble rodada hace maniobras para estacionarse lo mas ‘pegadito’ a la acera pues la calle es angosta. Los faros rojos parpadean un par de veces mas y luego el silencio de la mañana regresa.
Se escucha un corto rechinido y después un portazo metálico. De la unidad desciende un hombre de sesenta años, delgado y canoso pero bien derechito, de gorra y playera a rayas, que sonriendo saluda a sus chalanes cargadores.
Dos perros empiezan a ladrar desde lo alto de una azotea dando el grito de alarma a todos los demás canes de la cuadra. Una señora con un juego de llaves en la mano da los buenos días y abre el portón de malla ciclónica pintado de verde claro. Ha llegado el momento de realizar la mudanza de su ‘retoño’ que iniciará su educación profesional en el puerto jaibo. Poco a poco los cargadores trepan a la camioneta con caja cerrada un box spring y colchón manchado de las orillas, un buró, una cajonera que le faltan las agarraderas, una estufa nueva, un tanque de gas grafiteado con las palabras “Sra Alicia”, un abanico negro, una pantalla de 24 pulgadas, un X-box, varias sillas blancas de plástico, tres petacas, una guitarra con calcomanías de Dragon Ball y Naruto, una bolsa transparente con zapatos, escoba, trapeador y dos cubetas. Es todo.
La orgullosa madre, así como la abuela del clan y el joven aspirante a dentista suben a un Aveo color guindo: es el momento de emprender el viaje a Tampico y el camión de mudanzas la escolta muy de cerca.
Escenas como esta se ven muy a menudo en la ciudad aunque a veces la chamba se vuelve mas compleja a la hora de subir y bajar triques del antiguo y nuevo domicilio. Pero los expertos en viajecitos de este tipo se las saben de todas todas. Como Don Pedro Cárdenas, que hace poco menos de una década se retiró del oficio de carpintero de cimbras para dedicarse a las mudanzas. Después de juntar un billete chambeando de mojado en el otro lado, regresó a Ciudad Victoria y le compró a Don Juan, un veterano de este oficio, el vehículo con el que labora hoy en dia.
Pero la tarea de cambiar a las familias de domicilio va cada vez más a la baja.
“Hace años la gente no lo dudaba y nos contrataba para hacer sus viajes, en diciembre había mucho jale, de gente que se cambiaba a una mejor casita pero esos tiempo ya no es igual, ahora hay semanas que prácticamente nos vamos en blanco” afirma Don Pedro a el Caminante.
Este oficio es mas complicado de lo que aparenta ser, para empezar, porque al maniobrar propiedades ajenas se corre el riesgo de romperlas, dañarlas o extraviarlas. No es extraño ver al nuevo inquilino orquestar la mudanza para asegurarse de que todo llegue en perfecto estado.
Hay otra cuestión que puede convertir la mudanza en un tormento: las plantas altas. No solo por el calvario de cargar triques y chácharas subiendo cansados escalones, sino por lo complicado que es maniobrar un brumoso y pesado refrigerador o una lavadora en escaleras angostas y puertas además del riesgo de resbalar y caer.
Otra de las cosas que muchas personas no toman en cuenta a la hora de mudarse es en el trayecto.
Tal vez para algunos lectores resulte de risa pensar en ello, pero transportar muebles por la ciudad de manera inadecuada esta prohibido por el reglamento de tránsito, además de que si no se hace correctamente la carga se puede dañar en un simple ‘enfrenon’. No son pocos los percances viales en los que se ve involucrado un vehículo con excesos de dimensiones, con lo cual termina en el corralón no solo la camioneta del compadre que se ‘acomedió’ a cambiar de casa a la comadre… también ahí se quedaron todas sus “chivas”.
Pero quizás una de los peligros mas grandes que se corren es cuando la mudanza es fuera de la ciudad. Continuamente se escuchan testimonios de choferes que han sido extorsionados no solo por criminales que les retienen el camión, sino también de patrulleros corruptos y hasta por lugareños que cobran por pasar por sus comunidades.
Don Pedro relata de la experiencia de un colega que al regresar de la ‘frontera chica’ fue despojado de la ganancia del viaje en un falso retén en ‘La ribereña’.
“Al menos regresaron con vida, el dinero se recupera pero pues imagínese, ahí pudieron quedar desaparecidos, Dios no lo permita” reflexiona el chofer de mudanzas.
Sin embargo la vida sigue y aunque en la base de estos camiones instalada en el 5 y 6 Bulevar Praxedis Balboa los trabajadores están desde muy temprano hasta muy tarde, muchas de las ocasiones solo van a ‘mosquearse’.
“A veces mejor dejamos el camión estacionado aquí porque al ir y regresar sin concretar un viajecito al menos solo es desperdiciadero de gota” asegura.
Al igual que Don Pedro, Martín “el borrado” esta ‘de gallo a grillo’ en la base a la espera de chamba. “Nombre luego se pone uno cada aburrida de nomas estar aquí y aparte en el calorón, pero bueno uno tiene que insistirle” cuenta al Caminante don Martín, mientras ayuda a un vendedor de elotes a limpiar la caja de su camioneta.
“Aparte luego llegan a preguntar por el costo de un viaje pero pues quieren casi casi regalado, una ‘cambiada’ aquí dentro de la ciudad de primer planta a primer planta con dos cargadores la estamos dando bien barata, pero luego quieren que les rebajemos el precio y pues asi no sale a veces ni para la gasolina” dice ‘el borrado’.
Un potenciable cliente se acerca a pedir informes y revela que los cachivaches que desea mover ya están en la cochera y que posiblemente no necesite cargadores. Don Pedro le da un buen precio y el hombre se interesa en contratar el servicio, pero le comenta que se lo resolverá horas mas tarde. Intercambian números de celular y se despiden. “Así se la pasa uno todo el día, muchos vienen y preguntan y ya no regresan. Yo ya ofrezco también mis servicios por el ‘feis’, pero pues no siempre pega” relata Don Pedro.
Un ‘buen dia’ para los prestadores del servicio de mudanzas es aquel en el que se echaron dos viajecitos. Una buena semana tal vez sea aquella en la que hubo mas de seis o siete.
La vida cotidiana parece ir muy despacio en este paraje a orillas del rio San Marcos, los clientes escasean, pero Don Pedro, Martín ‘El borrado’ y demás compas no se desaniman. Son las 3 de la tarde y hoy no cayó nada, pero no se ‘agüitan’, mañana será otro día y ellos estarán ahí prestos para ayudarle a mudarse con todo y sus tiliches. No lo dude y no se arriesgue, vaya con los profesionales. Demasiada pata de perro por esta semana.