Segura estoy que no somos iguales, por más que se busque una igualdad totalitaria, asumamos que biológica, química, física y mentalmente no somos iguales, hombres y mujeres pertenecemos a la misma especie viviente, pero hemos evolucionado para beneficio mutuo, con diferencias importantes que nos complementan para bien, sea para perpetuar la especie o interactuar socialmente mejor. Alcancemos pues la igualdad sustantiva. Iguales en oportunidades y derechos.
Muy respetado hombre acosador:
Te confieso que te pienso y tiemblo al escribir estas líneas, temo herir tanto tu susceptibilidad, que despierte al monstro que llevas dentro porque eres tan apacible, a veces, inspiras confianza y casi siempre eres cortes, a diferencia de los violadores en potencia que con un rostro exacerbado y elevando la voz muestran su desdén hacia la figura femenina, los acosadores sociales van por ahí, bien vestidos, fuertes y empoderados.
Me he topado contigo miles de veces en mi existencia, primero en mi entorno íntimo y familiar, después en espacios dispuestos para educarnos, más adelante en feroz competición por una oportunidad en el ámbito laboral, contigo siempre salgo perdiendo, hubo algunas veces que tuve que ceder ante tus pretensiones y no me siento orgullosa de ello, sin justificación y con ilusión, me rendí ante tus supuestos atributos: nivel físico, jerárquico, económico y de poder más alto que el mío.
Desde la infancia sé de mi inferioridad ante ti, debía entonces conducirme con docilidad y obediencia, me educaron para complacerte en todos los sentidos, por eso siempre busco mantenerte contento, pero eres insaciable.
De niños y a manera de juego, levantabas mi falda, me empujabas con dureza, y empezabas a destacar nuestras diferencias físicas, de pronto y en la pubertad, comenzaron las insinuaciones sexuales, empezabas a convertirte en acosador, en secreto, silencioso, casi pasando inadvertido, como hasta ahora, pero siempre incómodo.
Puedo hablar en mi nombre y el de muchas, te diré que eres incómodo para todas, evita tus comentarios sobre mis pechos o mis nalgas, no es necesario que des opinión sobre mi vestimenta, nivel cultural o eficiencia laboral; tampoco es lindo que entre tus pares presumas cercanías como trofeos; estamos hartas de recibir tus halagos disfrazados de cortesía, tú mirada ofende, tú rose indigna, tu olor apesta. Eres perturbador.
Y no por favor, no me llames bebe, mamacita, corazoncito o lindura, no preciso de ninguno de tus adjetivos, es más, me estorban para desarrollarme plenamente.
Muy atentamente, te pido que no justifiques más tus conductas antisociales con la frase “así son los hombres” o “el hombre llega hasta donde la mujer quiere”, son obsoletas en una era que nos coloca al mismo nivel intelectual, laboral y social. Hoy por mí, mañana por ti, tu madre, tus hermanas o tus hijas.
En Boca Cerrada
En México más de 25 mil mujeres en un año son acosadas en el trabajo, solo el 40 por ciento lo denuncia, en Europa el acoso sexual laboral es ya considerado como situación de alto riesgo laboral, en nuestro país apenas se legisla.
“La aceptación del acoso sexual como parte del panorama profesional se asemeja a la aceptación de la corrupción” cita la agencia de noticias AP en trabajos de investigación periodística sobre el acoso que normalizamos.