Generalmente, los presidentes de México dan de cuando en cuando uno que otro jalón de orejas a los partidos políticos a los que pertenecen, casi siempre para evitar que los pleitos que protagonizan perjudiquen al gobierno, sin embargo, la desusada advertencia que el Presidente Andrés Manuel López Obrador formuló a los legisladores de Morena ha sido mucho más serio que una simple regañada.
Después de decirles que cuando un partido busca el triunfo a toda costa sin escrúpulos morales, terminará por sucumbir, amagó: “Si Morena se descompone, dijo, renunciaré a la militancia o le cambiaré de nombre”, advertencia que debería de obligar a los grupos que disputan el control político del organismo, como es el caso de la dirigente nacional, Yedckol Polevnzky y el senador Ricardo Monreal Ávila, anteponiendo los intereses personales a los del país.
¿Qué sucedería al Movimiento Regeneración Nacional en el remoto caso de que AMLO dejara el partido?
Lo mismo que al PRD. La organización quedaría al garete, como un barco sin capitán y sin timón, y entraría en un proceso de disolución. De hecho ya hay algunas señales de esos riesgos, no son pocos los morenistas que, a causa de las pugnas que aquejan al partido fundado por el nativo de Macuspana, han emigrado al Partido del Trabajo, un partido de izquierda que apoya a la Cuarta Transformación sin tantas diferencias, que hace un años parecía a punto de morir pero que resucitó con el triunfo presidencial de López Obrador del 2018.
Desafortunadamente, las pugnas entre morenistas no cesan. La Comisión Nacional de Honestidad y Justicia del instituto de izquierda resolvió invalidar la elección del presidente del Senado y ordenó a la bancada reponer el proceso, decisión que abrirá un nuevo capítulo a la pelea por el cargo.
Siguiendo con el tema de obradorista, ayer se supo cuál es la verdadera razón por los que el PAN y otros partidos antagónicos a la 4T rechazan con tanta vehemencia la revocación de mandato que propone el Jefe de la Nación. De acuerdo con una encuesta realizada por el periódico El Universal, si hoy fuera la consulta sobre la iniciativa legal, el Presidente obtendría el 74.1 de las votaciones.
Como es habitual en estos casos, la masacre de Coatzacoalcos ha intensificado las protestas y presiones de la sociedad para que el gobierno restablezca la tranquilidad pública, sin embargo, la realidad indica que poco o nada se avanzará en el corto plazo para solucionar el grave problema.
Como es de todos sabido, el gobierno del Presidente Felipe Calderón Hinojosa emprendió en el 2008, hace 11 años, una feroz guerra para desarticular las redes delincuenciales y fracaso, lo mismo sucedió al de Enrique Peña Nieto en cuya gestión la violencia aumentó y el número de muertos ligados al crimen organizado llegó a los 120 mil en el sexenio.
A nueve meses de iniciado el mandato constitucional del Peje las cifras continúan a la alza y todo hace deducir que pasará mucho tiempo antes de que el país recupere la paz y la tranquilidad que tenía antes de que el michoacano iniciara la ofensiva contra los cárteles de las drogas.
En Tamaulipas, uno de los Estados más violentos del país, la situación ha sido similar. En el pasado régimen priista el Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, y el gobernador Egidio Torre Cantú, encabezaron varias reuniones con el gabinete de seguridad y asistieron a otras tantas con los gobernadores de los Estados del Noreste, Tamaulipas, Nuevo León, San Luis Potosí y Coahuila.
Durante esos encuentros se tomaron acuerdos, se reorientaron estrategias y se hicieron a justes al combate, lamentablemente, no arrojaron buenos resultados.
Como su antecesor en el puesto, esta semana, el mandatario tamaulipeco sostuvo un encuentro con los encargados de seguridad de la federación en el que se resolvió mantener una coordinación permanente para tratar de pacificar la región.
Sin embargo, los incendios, como los perpetrados este 28 de agosto en el Bar Caballo Blanco del puerto veracruzano, y el del 25 de agosto de 2011 al Casino Royale de la ciudad de Monterrey, Nuevo León, en los que murieron, en el primero 29 personas, en el segundo 52, revelan que la tranquilidad pública que pretenden las autoridades, aún va para largo.