Años después vine a ver al Padre “gato”, porque me dijeron que aquí en esta parroquia de San Judas Tadeo de la López Portillo oficia misas. Era la primera vez que lo entrevistaría y crecía la expectativa. Aquí en esta iglesia de techo oval y de lámina se casó Sandra, una prima. Aquí andan organizando rifas para hacer otra iglesia, dicen que con el padre Rubén Robles Carrillo se llena.
“Ah… el padre Rubén, el padre gato”- dicho así en alusión a los ojos verdes del padre–, me dijo una señora, o me quiso decir antes que yo mismo lo viera como una aparición venir desde el fondo del templo. Con su dejo de clérigo inquitable , su modo de andar. Se acomodaba la toga invisible al cuello que nunca acabó de ajustarse, ni la solemnidad del religioso que el mismo espantaba de vez en cuando con su holgada forma de decir las cosas.
En su pelo un tanto revuelto, no bien estrictamente recortado, parecía más bien un intelectual y si se le permitía a uno pensar libremente, porque no decirlo, parecía un alcohólico. Como después la misma iglesia aceptó, haberlo rehabilitado en un centro de la ciudad de México.
En su rostro fácilmente se notaban los gestos de la rebeldía que lo hizo hacer un plantón en el obispado, quemar la ropa de su mujer con quien dicen que tuvo un hijo y duró cinco años. Me miraba y veía otras cosas mientras hablaba. Sabía cosas que la iglesia no enseña y las aplicaba.
Vi la película desde aquella mañana. Su camisa blanca y amplia. Y recordé la leyenda. Fue un padre polémico como los mejores. Practicaba la compasión por ejemplo, aunque estuviese demandado en el Ministerio Público. Hacía cosas gratis. Era un hombre bueno, nos comentan las señoras que lo frecuentaban. Una veintena, seguidoras de la López Portillo, Libertad y Lázaro Cárdenas.
El padre gato apareció en escena un día normal. Con la diferencia de que él era padre gato, el cura y el hombre, el ser un tanto mundano y con bastante prensa.
Pronto el padre gato armó sin querer su propia leyenda. Hay personas que hacen eso, se vuelven íconos de su oficio o dan lustre a una ciudad o región completa con el cumplimento de su encomienda. Pero hay otros que buscan marcar la diferencia o ir más allá. O que por delitos clericales son excomulgados.
Antes lo busqué dos veces pero no lo encontré, lo hallo ahora con sus lentes dobles y ojos de color verde claros.
Hay padres que no siguen tanto a la manada y aportan su extraordinaria manera de ser y andar por este mundo. Su sello de la casa. Lo que sea bueno o malo, quién podría juzgarlo.
Atrás de él observo el combo que hace el templo ,ahora estrecho, si lo comparamos con el que se construye en frente, que sustituirá a este. Dicen que la nueva iglesia tendrá grande ventanales y vitrales. Y claro mucho más amplio que este cuyas puertas, abiertas siempre, dejen entrar y salir a las aves. También a las personas.
Ahora el padre camina despacio hacía a mi. Veo sus ojos verdes un poco rojos y recuerdo su leyenda de vida holgada y frágil, pero el tono de su voz gruesa impone las condiciones del diálogo. No puedes juzgar, mucho menos a un clérigo.
Así que por lo pronto me abstuve de preguntarle algo, antes de ver cómo desaparecía de mi vista. Y no lo vi más aquella tarde, ha de haber sido mi vista que me falla.
Entonces la señora que me había recibido en la puerta que da a la avenida Seferino Fajardo, me dijo muy sincera que el padre gato, que diga Rubén, había salido de la ciudad. Que ni ella sabía dónde estaba.
La tercera vez que fui a buscar al padre gato ya había crecido la iglesia y estaba ahora enfrente en un edificio donde antes se habían instalado una gárgolas. Antes las vi en el suelo. Luego también desparecieron.
Qué sería de las gárgolas? Nadie me ha respondido. Busco al padre gato. Le dije a un hombre alto que salió del templo de improviso. “Ya no está aquí el padre Rubén, dicen que vive en en el obispado. “Uno qué va a saber”, me dijo, como si no fuera él el conserje, y no lo era.
Supe que el padre gato estuvo en la iglesia María Auxiliadora donde se sabe que realizaba exorcismos, por eso es que en la tenebra se manejaron muchas cosas, el padre seguramente trajo su propios datos. Acá de decían que lo habían castigado, lo cierto es que ofició misa hasta el último día que pudo, en una iglesia humilde y muy popular en la colonia Vicente Guerrero. Dicen que lo excomulgaron, pero como muchas cosas que se dijeron de él, no fue cierto.
HASTA PRONTO.