Definido el proyecto lopezobradorista como Cuarta Transformación desde hace buen tiempo y con cuando menos tres proyectos de nación formales, los Pre Criterios, Criterios, Ley de Ingresos y presupuestos de gastos para 2020 dan por perdido el año 2019, tratan de rescatar lo que se pueda de 2020 y dejan 2021-2024 sostenidos por los alfileres del neoliberalismo.
La propuesta de 4T era audaz, aunque confusa en la periodización histórica; pero fue lo de menos. En realidad, la 4T se presentó como un punto de quiebre de 46 años de neoliberalismo –desde la crisis de 1973 que introdujo al FMI cono el supervisor de política económica– y en la interpretación perfiló no el impreciso cambio de régimen político, sino las tres variables estructurales del desarrollo: modelo productivo, política económica y reorganización del Estado.
La política económica para 2019 y ahora para 2020 es la misma del ciclo neoliberal, sólo con la variante tangencial de asignaciones presupuestales directas a apoyo a sectores vulnerables marginados.
El problema de la 4T no ha sido el ejercicio del poder porque es directo por el presidente de la república, sino la falta de definición del modelo de desarrollo que detone un crecimiento mayor al 2% sin inflación y con mejor distribución de la riqueza. Se trata, entonces, de una 4T sin plan de vuelo ni pista de aterrizaje.
La política económica para 2020, de acuerdo con los documentos entregados por Hacienda al Congreso, exhiben la misma fragilidad de la estabilidad económica –macro y micro– y revelan los mismos riesgos de una estrategia neoliberal; lo dicen los Criterios en la página 38:
· Desaceleración anticipada de economía internacional;
· Mayor volatilidad de los mercados financieros internacionales;
· Mayor incertidumbre por las tensiones políticas externas:
· Mayor desaceleración de la economía mexicana por el debilitamiento de la inversión privada;
· Y retraso en la aprobación del Tratado comercial 2.0.
Estas cinco variables negativas ya existen en el entorno económico mexicano. Y se agrega el desplome del PIB de los EE. UU. que ya no jalará al mexicano porque se prevé un PIB estadunidense promedio de 1.9% en el periodo 2020-2025. Por ello los propios documentos hacendarios revelan que el PIB promedio anual mexicano 2020-2025 (incluye el primer año de la próxima administración) será de 2.6%, cuando el presidente de la república ha insistido en el 4%.
La viabilidad de la 4T como una nueva etapa nacional sigue estando latente, aunque con menos posibilidades por los dos años perdidos. El problema no radica en la convicción presidencial de encabezar una nueva etapa, sino en la ausencia de tres definiciones inexistentes: un verdadero plan nacional de desarrollo, un nuevo modelo de producción industrial y una nueva correlación de fuerzas productivas.
Y el punto más sensible de las carencias se localiza en la falta de una burguesía industrial nueva que sustituya a la plutocracia salinista especuladora cincelada en el proteccionismo del Tratado de Comercio Libre. La tasa posible de PIB de 2.6% promedio anual sexenal se atiene a la incapacidad, desorganización y desarticulación de la planta productiva.
El TCL sólo abrió las fronteras, pero no preparó al modelo industrial para copetín. Un dato recogido por el investigador Arnulfo R. Gómez prueba el fracaso del TCL como promotor del nuevo modelo de desarrollo industrial: la participación de productos nacionales en la exportación ha bajado de 59% en 1993 a 39% en 2017. Es decir, que el Tratado no potenció la capacidad productiva mexicana, sino que condujo a la situación cómoda de la maquilización, es decir, maquilar y no producir.
El paquete económico 2020 dio indicios de que nada ha cambiado y de que nada cambiará. Sin un nuevo modelo de desarrollo/política económica/Estado rector, la 4T será una extensión frágil de la 3T del TCL salinista. Por eso la promesa de PIB de 6% para 2023-2024 no se cumplirá y la meta de PIB promedio sexenal de 4% quedará igual a cómo venía del neoliberalismo salinista: 2.2%.
Lo malo de todo es que en la 4-T sí existen economistas críticos, disidentes del neoliberalismo y técnicos con capacidad para diseñar nuevos rumbos, pero es la hora en que no son llamados y en Hacienda prevalecen todavía los economistas neoliberales diseñando los presupuestos anuales ortodoxos.
Tensiones en seguridad. La decisión presidencial de no confrontar a grupos delictivos y sus sectores sociales está llevando a dos situaciones de emergencia: agresiones contra las fuerzas de seguridad y aumento en la disputa por las plazas ante la inexistencia de la autoridad. El problema no es de la Secretaría federal de Seguridad y Protección Ciudadana ni de la Guardia Nacional, sino de la orden presidencial de un cese al fuego unilateral. Pero en seguridad no hay vacíos de poder porque el Estado o los delincuentes ocupan el control de zonas territoriales de la república.
Política para dummies: La política es el arte de dirigir, no de decir.
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