* El columnista es Premio Nacional de Periodismo 2016, autor de las novelas “Erase un Periodista” y “Rinconada, la historia prohibida del maestro Ricardo” y del libro de cuentos, “Por acá dejó su alma”.
Hace un año “el chismerío” respecto de la relación marital entre Enrique Peña Nieto y su esposa Angélica Rivera, era incontenible.
Ya estada decidido que AMLO sería el próximo presidente de México y el humor en palacio nacional tenía carácter sepulcral.
Por esos días también se realizaba el saqueo de la residencia presidencial por parte de la familia en el poder. Hasta ahora no existe noticia cierta del monto robado. Solo datos sueltos sobre objetos desaparecidos, que incluyen joyas preciosas y de arte. Además de equipo electrónico, enseres domésticos, recámaras íntegras y hasta cortinas….y pue-que también papel sanitario, con eso de que compraban por toneladas.
Solo sobrevivió un retrato de Venustiano Carranza, realizado por David Alfaro Siqueiros en 1948.
Los Peña-Rivera vaciaron Los Pinos, sin que se les acredite responsabilidad ni delito alguno, bajo el slogan neoliberal de: “hay que llevarnos todo, porque dicen que los que vienen son bien ladrones”.
Cuando se toca el tema AMLO “le saca la vuelta” con el argumento de que el asunto “no vale la pena y hay que seguir adelante en lo prioritario”.
La gente no piensa así, acepta la prudencia de su líder pero no se resigna. Ya habrá oportunidad de exigir cuentas a estos históricos ladrones.
EPN y “la gaviota” entonces, se fueron de gane. En este sentido uno imagina que con motivo de su separación, es probable que se hayan repartido los bienes, que no está por demás decirlo, siguen siendo patrimonio nacional.
De manera que hace un año, “el chismerío” del probable divorcio recorría caminos, brechas y veredas. Y sin embargo, no esperábamos que se concretara de forma tan expedita y menos en el marco del conocido escándalo.
A pesar de ello, el México fantasioso creado por el PRI aun existía. Y los ex funcionarios ahora perseguidos, o bajo la mira la justicia, todavía sonreían al futuro de disfrute y ocio que les aguardaba, después de lograr cuantiosas fortunas a la sombra del poder.
En este marco, “el grito” del 15 de septiembre por la noche, no fue diferente ante los ojos de quienes lo presenciaron en la plancha del zócalo capitalino. Los “vivas” de las cien mil personas que caben en el lugar, fueron delirantes, en tanto EPN y “la gaviota” escenificaban aburridos, el falso cariño creado por la perversidad televisiva.
Era un amor que vivía sus últimos capítulos…una telenovela a punto de concluir, dejando a la imaginación de las amas de casa, el resto de la historia que finalmente fue minada por el rencor y los celos de una gaviota herida en lo más profundo de sus sentimientos…ire, ire.
Ahora sabemos que fuera de contrato, se agregaba la infidelidad del seductor hecho a modo del morbo amarillista, que esperaba un cierre de telón trágico.
Dentro de los efectos de la discordia, estuvo la cancelación de la cena de gala tradicionalmente ofrecida por el gobierno mexica, al cuerpo diplomático e invitados especiales, después de “el grito”.
Dicese que aquella noche, Enrique Peña y Angélica Rivera apenas saludaron a los diplomáticos, funcionarios e invitados, se retiraron en vehículos diferentes. El primero para cumplir una invitación femenina muyyyyy especial, y la segunda, a convivir con un grupo de artistas amigos, en secreto lugar.
En tanto los hijos acudían por separado, a seguir la fiesta con sus respectivas amistades.
La jornada de la noche del 15 de septiembre de 2018 sirvió para cubrir las formas, pero no el fondo de la intimidad palaciega…la relación estaba terminada, solo era cuestión de semanas para gritar al mundo su verdad.
¡Ah, bruto!.
ENTRE ANTOJOS TE VEAS
A propo del caldo de res saboreado por AMLO el sábado anterior en “Las Viandas”, a su paso por ciudad Victoria, el columnista recuerda una anécdota comentada a quien esto escribe, justo por quien la protagonizó.
Don Venustiano Guerra García dirigía el PRI estatal y en ese carácter fue invitado por el gobernador Manuel A. Ravizé a un informe presidencial a la capital del país.
Después de la ceremonia, el gobernante lo invitaría a un restaurant de cocina internacional muy sofisticado, ubicado en el centro citadino, anticipándole: “pida lo que guste, va usted a disfrutar la mejor comida del mundo”.
“Instalados en el lugar, contaba, revisé la carta y ningún platillo me apetecía, sobre todo por desconocidos…se me ocurrió entonces pedir un caldo de res, que era de lo que traía ganas”.
“Lo hice saber al mesero quien sorprendido llamó al capitán, el cual amablemente accedió a cumplirme el antojo…ni que decir de don Manuel quien parecía tan apenado, que pidió una botella de champagne “Veuve de Clicqout” y algunos entremeses europeos, para resarcir el vergonzoso momento”.
“Mientras tanto, explicaba yo al jefe de meseros, que el caldo de res debía ser servido en plato ancho y hondo de barro, también traer “gordos” de grasita casi deshaciéndose, y huesos con tuétano, para saborear con tortilla recién salida del comal, y si era de maíz amarillo mejor.
Debía contener asimismo, trozos medianos de carne suave y mucha verdura, especialmente “repollo” bien cocido.
Además, una salsa molcajeteada de chile piquín verde, arroz hecho en cazuela también de barro, mezclado con azafrán. Y en plato aparte, frijoles negros “en bala”, cocidos en jarro con epazote.
!Ah!, y una cuchara de peltre azul mediana, “que es con la que se come el caldo de res en mi tierra”, le dije.
“Oiga, agregaba sonriente don Venustiano, no sé cómo hicieron aquellos pelaos, pero a la media hora ya tenía en la mesa el caldo de res, tal y como lo había pedido. Y con tan buen gusto, que hasta al señor gobernador se le antojó, por lo que hube de invitarle un taquito de tortilla con tuétanos y otro de carne, que perdieron su magia cuando se le ocurrió acompañarlos con una copa de champagne, en lugar de una cerveza clara bien fría”.
Eran otros tiempos.
Y hasta la próxima.