Durante un acto público en Apatzingán,
Michoacán, el designado subdelegado
del ISSSTE, José Manuel
Mireles Valverde, insultó a las mujeres, parejas
de los derechohabientes, al llamarlas
“pirujas” entre otros adjetivos. Esto, al referirse
a la alta demanda de servicios.
Las reacciones no se hicieron esperar.
El titular de la Comisión Estatal de Derechos
Humanos inició una queja en contra
del subdelegado, reprobando su actuar por
violación al derecho a la igualdad, así como
el derecho de las mujeres a disfrutar de
una vida libre de violencia física, sexual y
psicológica.
Por su parte, el Presidente de la República
señaló que le solicitaría al subdelegado
que ofreciera disculpas públicas y asumiera
el compromiso de no hacer más ese
tipo de comentarios y destacó que su gobierno
estará atento a cualquier denuncia
en contra de Mireles.
El doctor Mireles, mediante su cuenta
de Twitter, ofreció disculpas comentando
que “sí se le escapan algunas veces
los malos términos” y que es “una de
mis formas de hablar erróneamente”, “pero
siempre he tenido un gran respeto por
la mujer”.
Una semana más tarde en Uruapan, al
relatar que un dirigente lo amenazó con
hacer una manifestación y tomar la delegación
si no le daba una base para una mujer
porque había conseguido una “nalguita
nueva”, Mireles expresó: “Son palabras de
él, yo les llamo de otras cosas, a lo mejor
más feas, pero son palabras mías”, enunció
nuevamente denostando a las mujeres.
Por este hecho, el exlíder de las autodefensas
publicó una carta, nuevamente, lamentando
profundamente “haber parafraseado
las palabras de un dirigente sindical,
que sin duda son desafortunadas e indignantes,
de una realidad que nos ofende como
mexicanos”.
Para el director del ISSSTE, las declaraciones
de Mireles son reprobables y no
descartó que el Órgano Interno de Control
aplique una sanción. El Instituto Nacional
de las Mujeres condenó y lamentó las misóginas
y discriminatorias declaraciones
del funcionario michoacano y señaló que
dichas expresiones fomentan la discriminación
en el acceso a los servicios médicos.
Además, la Secretaría de la Función
Pública inició una investigación para “indagar”
si el funcionario faltó a lo señalado
por el Código de Ética de las Personas
Servidoras Públicas del Gobierno Federal
que obliga a brindar un trato igualitario,
evitando cualquier acción que menoscabe
la dignidad humana, los derechos y libertades
o constituya una forma de discriminación.
Por su parte, el Senado exhortó al subdelegado
Mireles para que presente la renuncia
a su cargo por las “expresiones
machistas, misóginas y violentas pronunciadas
contra las mujeres derechohabientes
del Instituto y todas las mujeres del
país”.
Las palabras del doctor Mireles son un
ejemplo del México misógino y machista
en el cual todavía vivimos. El ofrecer
una disculpa pública es más un acto “reflejo”
o de una actitud “políticamente correcta”.
Es claro que el funcionario público no
ha internalizado que sus comentarios son
sexistas y violentos, por lo tanto, puede
ofrecer miles de disculpas, pero eso no será
más que una farsa. Más allá de un mea culpa
falso se necesita capacitar, sensibilizar y
sobre todo internalizar que sus expresiones
refuerzan el estereotipo de género y más
violencia contra las mujeres.
El señor Mireles es victimario y perpetrador
del sistema patriarcal, un sistema
lleno de simbolismo, costumbres y prácticas
que se repiten de manera casi automática,
porque lo hemos aprendido a lo largo
de nuestra vida, los roles, estereotipos,
clasificaciones que se hacen sobre el deber
ser hombre o mujer, tienen su base principal
en la superioridad del hombre y la subordinación
de la mujer. Sin embargo, él y
demás servidoras y servidores públicos están
obligados a eliminar toda acción, omisión,
práctica y costumbres que tengan por
objeto o resultado discriminar o denostar a
las mujeres y sus derechos humanos.
Una disculpa es insuficiente, falta mucho
por deconstruir, por reeducar, por eliminar.
Sin duda, el alto a la violencia y el
logro de la igualdad sólo será posible cuando
logremos también involucrar, concientizar
y sensibilizar a la otra mitad de la población,
que son los hombres.