Las universidades son los espacios idóneos para gestar movimientos de lucha importantes que cambian el rumbo de nuestras sociedades, es desde el pensamiento y espíritu joven que se han emprendido rebeliones que mueven al mundo, que motivan a las naciones a tomar definiciones políticas y romper estereotipos arcaicos.
Ahora mismo mujeres universitarias del país están comenzando una serie de actividades para luchar por sus derechos y convocar a las sociedades a visibilizarlos, para detener el feminicidio, el acoso, la injusticia y la impunidad que afecta al género. Primero en la UNAM, en el campus donde fue asesinada una estudiante, después en la Universidad de Guanajuato, la de Puebla, la Autónoma de Ciudad de México y recientemente la Universidad de Sonora. Pero no son las únicas.
Cada día son más las estudiantes que se enlistan en protestas feministas contra todo tipo de violencia hacia ellas, en la CDMX las manifestaciones que incomodaron a muchos por las pintas al Ángel fueron encabezadas precisamente por jóvenes universitarias, pero las expresiones públicas de rechazo a la desigualdad por género también tienen como escenario las mismas universidades, ahí donde debería ser un espacio libre para su pensamiento, están enfrentando violencias machistas que las mueven a tomar medidas extremas.
En algunas escuelas de nivel superior lo que están tratando de hacer visible es el acoso, en sus propios espacios de estudio y a través de las redes sociales están exhibiendo a sus victimarios, realizan denuncias públicas y legales, cada vez son más y están unidas. En algunos lados replican el #MeToo, pero han innovado con la puesta de los tendederos de denuncias.
Colocan, literal, un mecate con pinzas para anotar en hojas blancas los nombres y apellidos de sus acosadores, se arman de valor para narrar sus historias de acoso, sin embargo con este hecho se vuelven más vulnerables, son amenazadas, hostigadas y estigmatizadas. Son revictimizadas por compañeros o autoridades escolares.
Para las mujeres estudiantes, los entornos escolares no siempre son seguros y a pesar de protocolos internos que buscan proveerles espacios seguros, están siendo agredidas con las violencias machistas que no cesan.
No hay censo ni dato que muestre la realidad que acecha a las mujeres en sus escuelas, nadie ha sustentado la problemática, que no es mínima ni nueva, por lo que exponerlo es ya un avance para empezar a documentarlo, el problema se tiene que ver para poder ser resuelto. Bienvenidos los tendederos y que la ropa sucia se lave en público.