Otra vez una efeméride nos lleva a reflexionar sobre la actualidad de las mujeres, en este caso las más jóvenes, las aún niñas, que de pronto se convierten en madres, casi siempre solas. El 26 de septiembre es el Día de la Prevención del Embarazo No Planificado en Adolescentes, un título largo para un tema igualmente extenso que se reconoce ya como un problema de salud pública en México.
El embarazo en adolescentes mexicanas coloca a México en el primer lugar de la medición de la OCDE sobre este problema; desde luego que la maternidad no debería ser un problema, pero a temprana edad son muchos los factores sociales, económicos y biológicos que afectan tanto a la madre como al neonato.
Datos recientes indican que los más jóvenes están iniciando su vida sexual entre los 12 y 19 años de edad, que el 33 por ciento no utiliza método anticonceptivo en su primera relación y que al año ocurren en México 340 mil nacimientos en mujeres menores de 19 años, en Tamaulipas la cifra es de 9 mil 545 mujeres convertidas en mamás a temprana edad.
Más allá de los fríos números, lo que ocurre cuando se es madre muy joven es que cambia radicalmente el rumbo de la vida, se afecta el desarrollo biológico, se interrumpe la escolaridad, se truncan oportunidades de profesionalización, se terminan las actividades de recreación necesarias en esa etapa de la vida, se rompe la cordialidad en familia y se estigmatiza socialmente tanto a la madre como al hijo.
La etiqueta que se le coloca a las madres jóvenes y solteras es la de “mamás luchonas” y con misoginia les aumentan los calificativos de “irresponsables” “ella se lo busco por prostituta” o “por promiscua”, acusan a muchas de utilizar a sus “bendiciones” como negocio para sacarle dinero al padre, seguramente habrá muchas así, pero por unas, se juzga a todas.
En este país de machos donde la responsabilidad de ser violada, acosada o embarazada recae en la mujer, por su forma de ser, de vestir o estar en lugar y momento equivocado, saca de foco la irresponsabilidad el padre, se castiga a la mujer durante y después del parto. Sufre en su casa, en el hospital y en su entorno, no se le ofrece asistencia legal, psicológica, ni emocional. Queda marcada de por vida.
Un embarazo no planificado no es cuestión de suerte, parir a los 18 no es un “domingo siete”, decidir la maternidad sola, es de mujeres comprometidas con la vida, no de luchonas, son personas que toman decisiones de vida sobra otras personitas.
El estado debe proveer información, asistencia médica, legal, psicológica a todas las niñas y jóvenes en edad reproductiva, haca falta más prevención que castigo. El sector público de salud reconoce que campañas recientes no han dado resultado, las cifras lo confirma, entonces se necesita más dedicación y estrategia para salvar la vida de muchas, que incluso mueren por no tener la condición de salud o económica adecuada para llevar su embarazo a buen término.