Si alguna vez Juanito había ido
a la feria debió ser un niño de
brazos y ya no lo recuerda,
y qué bueno, pues de esa manera
es como si ésta fuese la primera
vez que viniera. Por eso ahora le
causa asombro la gran cantidad de
gente en la puerta haciendo fila en
la taquilla.
Ahora estaba el ahí frente a las
luces intensas que estallaban desde
los juegos, y los anuncios enormes
en sus pequeños ojos asombrados.
Tiene 8 años, por eso su madre
lo lleva pegado de la mano con el
resistol invisibamigos. F cariño.
Uno que no se despega ni con
agua ni con ácido, ni yendo a
bailar a Chalma. Uno se suelta
hasta que llega otra mano igual de
necesitada.
La música estruendosa
confunde los ritmos que hacen
la noche. Es la feria el sonido de
todas las noches juntas, un paseo
por la mirada de otros, y muchos
niños que Juanito ya vio arriba de
los juegos.
Muchos años después, que no
serán cien años de soledad, Juanito
recordará la vez que sus papás lo
trajeron a la feria.
Su padre, un señor grande, se
ocupa de lo suyo, de meter la mano
al bolsillo y administrar el dinero,
que aunque poco alcanza para
unos tacos, ahora que los juegos
son gratis.
Su madre muy sonriente platica
con una amiga, echándole un ojo
de vez en cuando, recomendando
cosas que para Juanito no vienen al
caso, de no ser por que hay mucha
gente. El escenario es un barullo en
el paso incansable de la gente que
va y viene por donde está la mujer
serpiente, esa, que desobedeció
a sus padres, traen una chiva de
cinco patas y un estand con el
castillo de los espejos infinitos.
Los grandes juegos como naves
espaciales para los más grandes
que gritan y quieren bajarse antes
de subirse.
La misma gente que vende tacos
afuera vende tacos en la feria, pero
no saben igual, estos saben a feria y
así cuestan, una feria.
El caballo que Juanito escogió
en el carrusel es un brioso corcel.
De cabello hirsuto y alegre como el
mismo Juanito.
Y ahí dio vueltas al mundo
saludando en cada vuelta unas
veces a su madre y otras a su padre
para que no se sintieran.
Para entonces su padre, desde
una loma de los disparos, había
derribado los pinos que le valieron
un oso de peluche que a Juanito le
pareció exagerado como para que
cupiera en el micro. Pero el micro
iría lleno de osos, tigres y juguetes
de todos tamaños.
Los niños se revuelven entre
la gente, para ellos no hay
distinciones y se nota que poco a
poco entre los adultos tampoco.
Surgidas durante la edad media,
las ferias más famosas fueron
las de Champagne en Francia
en pleno origen del capitalismo
comercial. Sin embargo las ferias
están relacionadas desde la
antigua Roma en los días feriados
en que no se trabajaba y fueron
evolucionando hasta convertirse en
esperados días de feria.
Las ferias llegaron a América en
el S.XVI y hasta la fecha, siendo la
“feria del condón” una de las más
sui generis en el mundo y se hace
en el estado de Jalisco en México
en el mes de agosto
Siendo en octubre el mes en
que más se realizan ferias en el
planeta.
El tiempo que no perdona pasó
inadvertido para Juanito con tantas
cosas por ver. No supo cuántas
vueltas dieron, pudieron haber
pasado cien años ahí adentro. Pudo
ser todo esto un recuerdo, pero no,
porque a la salida ahí estaban “ y
lleve este y este otro, y sabes qué,
te vamos a dar ésta otra”
Eran los de las cobijas igual que
siempre.
Como si hubieran pasando cien
años Juanito abrió los ojos y vio a
su nieto, de ocho años. Recordó
haberse visto en la casa de los
espejos un poco más viejo, pero
no sería para tanto. Además, que el
recordara, era la primera vez que
venía a la feria con su nieto.
Juanito notó que su cuerpo
ciertamente se había deteriorado
un poco. Abajo de sus labios
algunas arrugas se le ramificaron
y eran como un árbol sosteniendo
sus labios.
Tal vez no habían pasado cien
años ahí adentro. Pero aquél
caballo brioso de su infancia y el
recuerdo vivo en lugar de aquellas
máquinas modernas y volando
como naves raspando el cielo eran
ciertas. Lo dijo como soñando.
Como siendo aquel niño pegado
con resistol de la misma mano que
lo trajo. Llevaba incluso el mismo
pegamento con el que ahora
llevaba a su nieto de la mano.
Y si observaba bien, todo estaba
como antes en la sonrisa de las
personas, en los ojos de los niños y
en la algarabía de los jóvenes.
Todo eso lo contó Juanito a sus
amigos. Fue como un niño que
recorre la feria con su cuerpo viejo,
con el niño que todos llevamos
sonriendo.
HASTA PRONTO.