Crónicas de la calle
Fumadores, esa especie incómoda
Por Rigoberto Hernández Guevara
TEX
“Por todo ese tiempo cada fumador pide perdón, por el aire que contamina, por el viento sucio y negro cómo noche. Por los dientes amarillos, por los labios partidos, por los dedos marcados. Por leer y fumar en la terraza a solas”
No se sabe en qué momento de la historia alguien tomo un puño de tabaco y lo hizo cigarro y comenzó a fumar, pudo haber hecho el techo de una casa, pudo haber llenado la caja de un carro, pudo haber hecho una pasta. Nadie sabe para qué ha servido fumar cigarro, ya cavilando. Quiénes somos fumadores nos damos cuenta de que no tiene ningún objetivo muy claro, sólo aspiramos, fumamos la inquietud de saber por qué fumamos.
La vida por su cuenta ha dado su lugar en la historia a este producto que es nocivo para la salud, como dicen las mismas cajas, ahora con mayor eficiencia, con imágenes que explican claramente que este producto, el cigarro, es mortal para la salud y sin embargo hubo comerciales de gran época de fumadores, por ejemplo que nos recuerdan el personaje y los paisajes de los cigarros Malboro, del hombre Malboro que cabalgaba sobre un valle o a las orillas de un lago.
Los fumadores por nuestra cuenta nos hemos vuelto más quisquillosos. Y es que desde hace algunos años nos hemos sentido oprimidos y nos subyugan y nos oprimen con mucha razón en todos los casos, nos han discriminado, nos han corrido, nos han sacado de algunos lugares, nos han bajado de las banquetas, nos han subestimado pues seguimos siendo los mismos, pero ahora somos los fumadores, los que nos reunimos afuera, esa especie incómoda.
Por todo ese tiempo cada fumador pide perdón, por el aire que contamina, por el viento sucio y negro cómo noche. Por los dientes amarillos, por los labios partidos, por los dedos marcados. Por leer y fumar en la terraza a solas.
El fumador sabe que se puede quedar sin ningún artículo pero nunca sin cigarros y si se acuerda va por ellos de inmediato, sabe que de pronto más temprano que tarde va a necesitar y al rato vuelve. Sabes que no ha fallado luego de la prueba fue a la tienda y vino de modo que ahora en el lugar preferido , desesperadamente, abre los cigarros por donde más fácil se abren, saca uno, lo enciende y da la primera bocanada de humo que se esparce en el aire sobre su rostro en el pequeño ritual que es fumar, echarse un taviro, un tabaco, un veneno pues.
Quienes fumamos sabemos que lo menos hay que echarle estilo. Nos atrapa esa atmósfera cinematográfica de Arturo de Córdova, de la mujer del puerto, de las películas la época de oro del cine mexicano. La bella época. Pero también quién fuma es una celebridad en un círculo muy cercano, cuando fuma ya desde que saca el cigarro llama la atención, la forma, el estereotipo en que el cigarro pasa de la mano a la boca y comienza la ceremonia.
Antes fumar daba cierta elegancia, cierto caché. Y eso dependía, daba hasta cierto estilo, cierta personalidad. Hoy a veces en ciertos círculos da asco. Hoy por hoy es tan fuerte la cultura contra los fumadores que hasta sentimos respecto cuando estamos adentro de un lugar donde hay gente fumando, sentimos ese valor, nos dan ganas de sacarlo y no es hipocresía.
Y sin embargo por qué sacamos a la menor provocación -o en el menor descuido del mundo y de nosotros mismos -esa cajita que contiene 20 cigarrillos con filtro y la abrimos y luego de sacar el cigarrillo tomamos un encendedor y prendemos el primero y aventamos el humo por el mundo. Seguramente no recordamos lo que ya dijimos pero sí nos preguntamos, aunque las preguntas no tengan respuesta.
Del por qué fumo, quizá sea por una razón espiritual que yo mismo haya concebido en lo personal, pero siento que fumar me da ese contacto con lo que no se ve pero quisiera que existiera, es el cigarro una de las mejores y al mismo tiempo peores utopías.
Al encender un cigarro uno crea el escenario predispuesto ya para el caso, hay cierta penumbra y el lugar específico casi el tema o la vocación hacia la bohemia o hacia la cultura, de todas maneras enciendes un cigarro y haces una pausa en la conversación, en la charla en lo que estabas pensando, en la ocurrencia.
Para esperar enciendes un cigarro, para tocar un tema, y enciendes un cigarro al escuchar algo que te pone nervioso, enciendes un cigarro cuando te dan la noticia, enciendes un cigarro cuando te dicen que esperes, enciendes un cigarro si te acuerdas de algo, enciendes un cigarro para todo, enciendes un cigarro si por alguna razón recuerdas que hace rato que no te echas un cigarro, sabes que tarde que temprano vas a fumar y lo harás de una manera espectacular como siempre ha sido, como una locomotora, como un barco de vapor que en medio del océano esparce su húmedo humo, su humo incómodo y discriminado.
HASTA PRONTO.