A pesar de que la mujer se liberó con su indumentaria a principios del siglo pasado, hoy en día sigue enfrentando una marcada inequidad frente a la moda de los varones, ateniéndose al refrán de que “la belleza cuesta”, las féminas gastan más en productos de higiene, belleza y moda que los hombres.
Estudios de mercado a nivel global, de empresas de maquillaje y productos para el pelo, estiman que las mujeres gastan 11 por ciento más que los hombres en su imagen, en tanto que en México la brecha es mayúscula, pues se considera que el gasto de la mujer en su arreglo personal es un 89 por ciento más que el del hombre. A esta disparidad de costos se agrega la presión social que se ejerce sobre la mujer que trabaja.
Para acudir a una empresa y oficina pública, la trabajadora casi invierte toda su ganancia en la vestimenta que habrá de calzar para agradar a los demás, desde el maquillaje, tinte, cuidado íntimo, ropa y zapatillas.
Es común que en las propias oficinas sean las vendedoras por catálogo, que entre turno y turno, hacen la vendimia “Godín”, ahí mismo de escritorio a escritorio una le vende calzado, la otra el maquillaje, una más trae ropa “gringa” o bolsas “clon”, el mercadeo va hasta la ilusión de la ropa íntima o vitaminas para rejuvenecer, toda una industria sin chimenea de la belleza, a escondidas de los jefes. Al final de la quincena los pagos serán tandeados, para verse muy bellas.
La economía de la mujer no va bien si trabaja sólo para costearse los pocos lujos para su imagen, y peor le va en la situación emocional a la que se enfrenta todos los días, el reto de mantenerse flaca, como pautan las revistas de moda, a dieta como sugieren las “you tubers” y en clases de activación para robustecer el físico.
Al final de día, no llega la complacencia, la presión social es tanta, desde el seno familiar y los mismos compañeros de oficina, pares o superiores, que la mujer vive en medio de la insatisfacción y la frustración, por no alcanzar los altos y caros niveles de belleza que todos los días son exaltados en los medios y ahora en las redes sociales.
La banal exigencia hacia la mujer actual, la obliga cada mañana a inventarse una personalidad que no tiene, un gusto por lo “fashion” que no puede costear, o simplemente se ve forzada a ceñirse a una moda que no le acomoda, en su mayoría las mujeres no han alcanzado la liberación mental para abocarse a su desempeño intelectual y laboral, la propia sociedad, históricamente la ha puesto en la encrucijada de vestirse para los demás.
Además, deberá filtrar su decisión para no ser presa fácil del acoso sexual laboral, si se decide por la falda corta, el escote o zapatos de tacón.