El estudio del Gabinete de Comunicación Estratégica que situó a Victoria como una de las peores ciudades para vivir, cayó como una cubetada de agua fría entre algunas autoridades, pero sorpresivamente, quienes más respingaron fueron ciertos representantes del sector empresarial.
Tanto así, que José Luis Loperena, presidente de la Canaco en Victoria, anunció que iniciarán una especie de campaña para contrarrestar la información difundida por la empresa encuestadora la semana pasada, pues al más puro estilo presidencial, aseguran que ellos tienen otros datos.
Los comerciantes están en todo su derecho de asistir a mostrar su desacuerdo con el documento, pero de ningún modo ello significa que tengan la razón.
Sin el ánimo de caer en la autoflagelación, el sector privado tendría que reconocer los problemas que atraviesa la capital de Tamaulipas y que entre otras cosas, han generado que muchas personas tengan que emigrar a otras partes del país.
Al margen de la responsabilidad que pudieran tener las autoridades municipales actuales, es verdad que Victoria enfrenta desde hace muchos años, serias problemáticas como la escasez de agua, la inseguridad, y una crisis económica causada sobre todo por una excesiva dependencia del presupuesto público.
Tampoco hay forma de negar los múltiples casos de corrupción en que han incurrido destacados victorenses, que de algún modo también ayudan a explicar el desánimo y la molestia que externan los encuestados cuando se les pide su opinión.
En fin, que la ciudad -igual que otras en diferentes regiones del país- enfrenta graves problemas y no hay otra manera de solucionarlos que no pase primero por reconocerlos. Y después, por entender que la responsabilidad es compartida: no hay comunidad que pueda desarrollarse, sin una iniciativa privada seria y comprometida.