CIUDAD VICTORIA, TAMAULIPAS.-¡Malditas goteras! El ‘cantón’ del Caminante se hallaba hecho un acuario. Ahorrando unos meses pudo comprar el impermeabilizante necesario para sellar la azotea pero el daño ya estaba hecho: la humedad había logrado debilitar el yeso en el techo de la sala y la pared de la fachada.
A pedazos caía de cuando en cuando y era ya necesario repararlo. Colocó un anuncio en los grupos de ventas y empleos que hay en Facebook para ganchar a algún trabajador dispuesto a llevar a cabo esta faena.
Aunque contacto a una docena de ‘maistros’ la mayoría se rajaba poniendo pretextos como “es que yo solo me aviento jales grandes” “me queda muy lejos” “solo trabajo los fines de semana” etc…
Al final solo uno se quiso aventar el tiro y aceptó ir a echarle un ojo a la chamba para proponer un presupuesto. Luego de examinar fijo un precio que al Caminante le pareció justo y quedó muy formal de regresar al dia siguiente a poner el yeso. Nunca lo hizo.
Preguntando aquí y allá, el Caminante logro contactar a otro maistro, que desde el inicio dijo ¡yo me aviento la chamba! Llegó, echo un ojo a las paredes y techo y dio una cifra justa.
Al dia siguiente acudió con su montón de tablas para empezar la chamba que según sus cálculos le llevaría dos días de arduo trajinar.
– Yo me llamo Juan Antonio, pero me dicen el Payaso – platicó de inicio el “Don”
– ¿Y porque le dice asi ‘oiga’? – le respondió el Caminante.
– ¡Quién sabe! Será tal vez porque siempre me ando riendo – dijo el yesero.
Don Toño dice que siempre ha sido un hombre de trabajo pues acumula ya cincuenta años chambeando en la construcción.
“A mi la escuela nomas no me gustó, solo estudie hasta tercer año de primaria” confiesa el veterano
“Yo preferí ponerme a trabajar desde muy morrillo para llevar un peso a la casa porque estábamos muy amolados” confiesa el victorense criado en la “Naco” y barrios circunvecinos.
“Empecé como ayudante de albañil, pero luego ya me dediqué al yeso”
El viejón cuenta que a lo largo de estas cinco décadas se ha topado con patrones de todo tipo, desde los déspotas y ‘negreros’ hasta los generosos y benévolos.
Cuando un yesero hace un presupuesto suele tener una tarifa por metro cuadrado. Pero cuando el área a reparar es pequeña suelen dar un precio al tanteo.
“Es que no conviene dar precio por metro cuadrado, imagínese si son tres metros y la cuenta son 150 pesos, solo mover mis tablas desde el ‘La libertad’ me cuesta 300… asi no me sale, no me costea. Hay patrones que se lo toman a mal y creen que uno los quiere transar, pero es por eso que yo prefiero hablar derecho desde el principio” aclara el hombre.
El yesero lo primero que hace al llegar es ‘hacer espacio’ en el área a trabajar y a continuación monta su entarimado (una especia de mesa amplia) sobre la cual se posa para estar a la altura del techo a cubrir o reparar. Don Toño con sus 1.80 de altura no batalla para abarcar toda la superficie.
Un problema que se topa el hombre continuamente es tener que reparar malos trabajos. “Me he topado con paredes mal enyesadas, porque la pared o el techo estaban muy disparejos y en vez de tratar de dejar la superficie planita con cemento, le aplicaron el yeso al chilazo, dejando grosores de hasta cinco centímetros, ese yeso esta condenado a caerse muy pronto, en otros casos la pared esta demasiado lisa y es cuando hay que darle unos cincelazos para que el yeso tenga de donde agarrarse, pero hay maistros que les vale porque lo que quieren simplemente es terminar pa’ irse a su casa” comenta el hombre.
Aunque es muy platicador “El payaso” no pierde tiempo y se avienta la chamba en un solo día y le pone la muestra a muchos yeseros jóvenes que no quieren batallar. El maistro recoge sus tablas. El Caminante le paga y se despiden. Esta semana la pata de perro se la llevó Don Toño.
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