Los primeros rayos del sol que cada domingo bañan la capital tamaulipeca suelen ir acompañados de un tranquilo silencio, salvo por aquellos amanecidos que orgullosos de su proeza suelen tener encendido su bafle de quince pulgadas adquirido en abonos chiquitos con los éxitos de Beto Quintanilla y Chalino Sanchez.
Algunos niños suelen romper esta parsimonia con sus juegos mañaneros.
Pero un fenómeno social se empieza a gestar en las aceras tanto del primer cuadro de la ciudad como en las colonias.
Primero el ‘mobiliario’: sillas, mesas de madera, burritos con tablones etc, cualquier trique que sirva para montar un pequeño puesto. Luego, entre dos personas, cada quien agarrado del ‘asa’ de una vaporera o una olla de lento cocimiento llega el plato fuerte, después vendrá el papel estraza, las bolsas, la báscula y las salsas a completar la estampa del clásico changarro banquetero dominical: el punto de venta de barbacoa de res por kilo.
En la fila se puede uno topar de todo, desde señoras emperifolladas o en pijamas estampadas de algún personaje de Disney, hasta teporochos a los que aún no los ha sorprendido la cruda, futbolistas de llano con todo y uniforme multicolor, ancianas en chanclas, travestis despeinados, y motociclistas sin casco.
Todos han decidido seguir una de las tradiciones mas arraigadas del norte del país y especialmente de este estado: la barbacha dominguera.
En épocas pasadas la vendimia de barbacoa era exclusiva de las carnicerías que desde la madrugada ya tenían en viva flama el pedazo de pescuezo o pecho de res cociéndose en tambos enormes.
Pero como Victoria es una ciudad de emprendedores, cientos de capitalinos han hallado en este ritual una idea para autoemplearse. Ahora cualquier hijo de vecino suele animarse a ofrecer en la banqueta, esquina o camellón la tradicional barbacoa acompañada de salsas y en algunos casos hasta del kilo o medio kilo de tortillas necesarias para taquear a gusto este delicioso manjar.
Doña Silvia es una de esas personas con corazón emprendedor que aporta para el gasto familiar con las ganancias que le provee su puesto de venta de ‘barbaquiu’.
“La verdad es una buena chinga” le confiesa al Caminante que tiene que hacer un esfuerzo sobrehumano para concentrarse debido al delicioso aroma de la maciza y el ‘callito’ jugosos deshaciéndose en la olla.
Y es que aparte de la preparación que puede llevarles la noche del sábado y madrugada del domingo, la parte de la venta es también cansada, es decir, mientras muchos se enfiestan y agarran la jarra el sabadito alegre y se dedican a dormir hasta tarde en el día del señor, ellos andan a todo lo que da en el puesto instalado en la cochera de su casa.
Este negocio como cientos mas que abundan en la ciudad suelen ser empresas familiares por lo que el ambiente que se vive es similar a una colmena pues no solo los padres de familia te entran a la chamba, sus dos hijos, una cuñada y hasta el abuelo andan tendidos desde temprano.
“Aquí llega gente que pide la barbacoa de muchas maneras, hay quienes se saborean el consomé y quieren su barbacoa ‘jugosita’ y con ‘gordito’, hay otros que por el contrario quieren que la carne este seca y de preferencia pura maciza pues llegando a casa la van a guisar con tomate, cebolla y chile” cuenta Doña Silvia, mientras su esposo Don Saúl avisa que va a conseguir mas bolsas ‘de medio’ porque ya quedan pocas.
El Caminante tiene que apartarse un poco para que la fila se vaya acortando pues la gente esta ansiosa de llevarse sus ochenta, cien o doscientos pesos de barbacha para el almuerzo, lo cual es muy práctico. Apenas son las nueve de la mañana y Doña Silvia ya va por la segunda vaporera. Este ha sido un buen domingo para su empresa familiar. Demasiada pata de perro por esta semana.