El gobierno de AMLO alcanzó a librar el rudo golpeteo que le dejó el tema de la seguridad. Paradójicamente, fue el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien le brindó una bocanada de oxígeno de último minuto previo a finalizar el año.
El sexenio de López Obrador empezó a tambor batiente, la altísima votación que logró su coalición, aunada al control de la Cámara de Diputados y el Senado, encontraron en el tema del huachicol una amplia aprobación que superó, según algunas encuestas, el 80 por ciento. Posteriormente, frente a lo que parecía que sería un tropiezo en la relación con los empresarios, logró generar un exitoso acuerdo en torno a los gasoductos; sin embargo, tras los acontecimientos de octubre y noviembre, entre Culiacán y LeBarón, cerró con profundas complicaciones derivadas del tema de la seguridad.
La relación con el Ejército mostró fisuras, las declaraciones de senadores y el propio presidente estadunidense evidenciaron desequilibrios en la relación bilateral, y las publicaciones de bancos internacionales, como Morgan Stanley, plantearon preocupaciones en el ámbito económico. Todo esto fue el preludio del 1º de diciembre, donde la movilización social se hizo presente. Entre el Zócalo y el Ángel de la Independencia se manifestaron dos posiciones respecto a la condición que guarda el país. En el Zócalo, AMLO presentó los compromisos cumplidos y los avances, mientras en el Ángel los opositores criticaron las fallas y los retrocesos.
Pese a la caída sufrida en las últimas semanas, el gobierno de AMLO alcanzó a librar el rudo golpeteo que le dejó el tema de la seguridad. Paradójicamente, fue el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien le brindó una bocanada de oxígeno de último minuto previo a finalizar el año.
Trump dijo en su cuenta de Twitter que postergaría de forma temporal la declaración de aquel país, a través de la cual los cárteles de la droga mexicanos serían considerados como terroristas. También aclaró que tomaba esta decisión tras la petición que le hiciera Andrés Manuel López Obrador, mandatario de México, a quien dijo respetar. El tuit ocurrió después de que AMLO sostuviera una reunión con el fiscal estadunidense, William Barr. Sobre dicho encuentro, el Presidente mexicano escribió que la reunión fue buena: “Como abogado comprende que nuestra Constitución nos obliga a ceñirnos a los principios de cooperación para el desarrollo y a la no intervención en política exterior”.
Frente a estos hechos, resultaría ingenuo pensar que el presidente Trump se echó para atrás “temporalmente”, por un simple acto de amistad entre mandatarios. Por ello, las preguntas obligadas son: ¿cuál es el precio que México tuvo que pagar en esta ocasión? ¿Qué se negoció en la reunión con el fiscal Barr? ¿A qué se obliga el gobierno mexicano, a cambio de evitar la declaración de los cárteles mexicanos como terroristas?
Todas éstas son preguntas que deberían tener respuestas claras frente a la sociedad, especialmente en un contexto en el que prevalecen, por lo menos, dos condiciones estructurales que pueden generar desequilibrios en la relación bilateral, en los meses por delante: 1) la problemática implícita de inseguridad en México, que diariamente construye capítulos de terror; 2) el proceso electoral en Estados Unidos, donde la violencia en nuestro país puede ser retomada —como otras veces— como un apetitoso discurso para quienes busquen el voto.
El presidente López Obrador ha ganado tiempo, pero la sociedad empieza a desesperarse. Al solicitar un año más para establecer las bases de lo que llamó “una nueva patria”, se esperaría que en enero aproveche el arranque de año para retomar las riendas de la narrativa. Es probable que hasta entonces veamos qué se negoció con Trump.
Por lo pronto, a riesgo de especular demasiado, esperaríamos que al inicio del 2020 el gobierno federal arranque con diversos anuncios: 1) Cambios en el gabinete, posiblemente en la Secretaría de Gobernación y en la de Seguridad y Protección Ciudadana; 2) Proyección del acuerdo con empresarios en materia de infraestructura, donde la gran pregunta es si se abren nuevas rondas en materia energética; 3) Ampliación de lo negociado en el T-MEC, donde diversos congresistas quieren aún más de lo que ya les ha dado México, especialmente en materia laboral; 4) La presentación de un nuevo acuerdo con el gobierno estadunidense en torno a la seguridad; algo parecido a lo que fue el Plan Mérida, pero con un empaque diferente.
La gente empieza a impacientarse por resultados. El relanzamiento deberá ir más allá de reconducir la narrativa.