Gracias a Kalimán surgieron algunos personajes derivados del argot coloquial como «Carcamán», que no era precisamente la antítesis del gran superhéroe de revistas mexicanas, sino más bien un ser orillado a la miseria por la imaginería ciudadana.
Gracias a eso había viejillos carcamanes que rondaban a las señoras en patios y bardas a la altura de los 60s. Por las calles de la ciudad.
Había jóvenes que haciéndole al Kalimán soportaban sin comer varios días. Se volvieron una especie de faquires según la tendencia oriental de la revista. Pero se morían de hambre y no hacían ejercicio ni levantaban pesas en el único gimnasio que estaba en los vestidores del estadio. En cambio quienes la tomaron muy a pecho, formaron sus cuerpos espectaculares y se volvieron célebres. Y por un tiempo se lucieron, caminaron por la ciudad como verdaderos dioses.
Gracias a Kalimán hubo ciudadanos que hicieron una cerbatana con un carrizo para defenderse de las momias del kilimanjaro en las orillas del Río San Marcos. Los más chiquillos tenían visiones en las noches, atrapados en las tribus de guerreros reductores de cabezas, en las que Kalimán no venía en su rescate y terminaban por despertar ya grandes con la única enseñanza de que la venganza no era buena entre los aztecas.
Kalimán era una revista que se podía leer a cambio de una feria en los alrededores del mercado Argüelles. Había sitios donde si te asomabas había algunas bancas con gente leyendo revistas, pero era en el mercado Argüelles donde habia más concurrencia. En el 7 Morelos e Hidalgo, si mal no recuerdo.
En la secundaria había unos a los que les decían Kalimán. Se parecían en todo, resaltaba el turbante hecho con un pañuelo sucio y amarillo que ya no, nadie se acordaba de qué color había sido. Los ojos azules y la piel clara podían quedar pendientes. Para entonces su imaginación había creado en ellos un Kalimán a su imagen y semejanza y su Kalimán podría ser güero, prieto, o un negro sin afanes racistas. Entonces meditaban, hipnotizaban, predicaban bajo el templo de la serenidad y la paciencia. Por otra parte la raza tampoco supimos de una morra que Kalimán trajera de planta, dicho sin afanes sexistas ni misóginos por supuesto.
Muchos vendedores ambulantes y comerciantes en pequeño así sobrevivieron leyendo estas revistas.
Salían de sus casas y sus señoras les encargaban encarecidamente: «fíjate si ya salió la revista de Corin Tellado». Checaban los estanquillos y ya no tenían ni siquiera los números atrasados.
Sí veías a alguien leyendo en alguna parte de la ciudad, era probable que se tratase de una revista de Kalimán.
Sin embargo la revista de Kalimán rivalizaba en el estanquillo con otras revistas de igual prosapia. Eran revistas de un papel revolución a una tinta café y rara vez negra, en veces seriadas, con un final feliz ya consabido.
Enfrente de la revista de Kalimán seguramente encontraría la revista del «Rayo de plata» y su mejor amigo «El serranito». Enseguida salteando otras estará la revista a colores de «La Familia Burrón», cuyos personajes trompudos de parecían a uno. Estará «Memín Pinguín» y su mamá gorda y buena. La guapa y juvenil » Susi», que las niñas recortaban. «Archi» y sus amigos. «Tom y Jerry», para los más niños. Entre otros seres dibujados por la mitología popular.
Desde que llegabas veías las bicicletas afuera. Al menos 5 carritos de paletas con todo y franela, en fila India, esperando a que desde dentro alguien los cuidara.
Por eso tanteabas cuánta gente había adentro leyendo revistas. Podías decidir si te dabas o no otra vuelta en la bici o si te bajabas para ver tranquilamente el paso de las muchachas con el copete endurecido por la laca, el vestido de terlenca con flores naranjas, y todo eso para esperar que se desocupara una banca o una revista.
Adentro había gente platicando su historia y escuchando la de otros. Viéndose de reojo, clavándose en su propia revista en el momento culminante en que Kalimán aplica una llave mental con la que paraliza a su contrincante.
Y todavía te das otra vuelta en la bici con la especulación mientras pedaleas nervioso bajo una lluvia que comienza. Esperas que mientras tanto no le haya pasado nada a Kalimán y al pequeño Solín. Pedaleas más recio y quieres llegar antes de que el tiempo cierre este tipo de establecimientos. Pero ya es tarde, estamos en el 2019.
HASTA PRONTO.