Recién termina lo que muchos podemos considerar como un periodo de reflexión, unidad familiar, unión en comunidad, tiempo en que por lo general sale lo mejor de nosotros, los buenos deseos y nuevos propósitos, sin embargo la armonía social se desvanece con tragedias que enlutan a toda la nación, no es un hecho aislado o daño colateral, es un suceso que nos responsabiliza a todos como sociedad.
Dos armas, nueve disparos, en manos de un menor, tampoco es la primera ocasión que un estruendo de esa naturaleza nos llama a hacer conciencia, hace dos años, similares acontecimientos nos estremecieron desde Monterrey, ahora Torreón, ambas localidades muy cercana a la frontera estadounidense, donde se reportan hechos de esa magnitud a menudo. Enseguida llegaron las justificaciones públicas, las opiniones y el juicio colectivo, una muchedumbre con el dedo acusador apunta a un videojuego, otros sugieren que fue producto de una familia fracturada por el deceso de la madre, la ausencia del padre y la protección de los abuelos, lo que sea, las culpabilidades se reparten, pero no se asume la responsabilidad de la sociedad en su conjunto.
Alarmadas las autoridades proponen de nuevo los filtros al ingreso escolar, operación mochila, campañas de prevención y más participación de los padres de familia en la educación de los hijos. Pero ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
Otra vez el país se mueve como reacción a una tragedia, el Secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma emitió un comunicado mesurado para avisar que en próxima reunión nacional del sector educativo el tema base será la seguridad de los niños en las escuelas; la Secretaria de Gobernación envió aviso a medios sobre la protección de los datos personales de los niños, sin embargo El Reforma público como antes lo hacía la revista “Alarma”, las imágenes ensangrentadas; la CNDH también emitió comunicado para llamar a salvaguardar los derechos humanos de las víctimas.
Todas las expresiones políticas y de comunidad nos reflejan como una sociedad asustadiza, pero acostumbrada a normalizar cualquier violencia. La desgracia se borrará pronto de las noticias, el duelo se superará con los días, la fatalidad quedará solo en la memoria de los familiares de las víctimas.
Pero es tan urgente como necesario realizar una operación de conciencia de familia y de comunidad, un examen de valores sobre nuestras conductas y entornos que están formando a nuestros hijos, el mundo ha cambiado, cambiemos entonces nuestra manera de interactuar con niños y adolescentes, son el presente que cambiara nuestra historia.