“La mayor parte del año permanecía seco y no parecía un bache. Se asemejaba a cualquier otra irregularidad de las que hay en el horizonte de la calle”
El bache aquel escuchó con claridad que le hablaban: “A ver usted señor bache, el de los botes. No, no, no, no, el que está al lado, sí, el del sombrero, acérquese, sigue usted”.
El bache aquel sabía que no seguía y sin embargo se puso de pie. Hacía rato había sacado el ticket donde se marca el número que le tocaba en la cola y traía el número 27, apenas iba el número 3, es decir, él no seguía, por tanto algo raro estaba pasando.
Acaso estaba tan amolado así como para que le hablaran, pues viejo sí era, pero hace rato que se vio en el espejo le pareció que eran como 28 años. “Serían 28 años pensando eso”, le dijo el diablo por dentro. Bueno, también eso.
Era un bache pequeño, pero un día fue muy grande, lo suficiente como para llamar la atención del ayuntamiento y de la misma gente que de inmediato lo reconocieron, reclamó lo necesario y hasta salió en un periódico, pero de aquello hoy sólo quedaban recuerdos. Cuando era un buen bache, un gran bache, hasta iban a verlo a domicilio y lo atendían a cuerpo de rey.
Hoy en día, debido al auge de los baches que se han puesto de moda por todas partes, había pasado a ser un bache de segunda, un bache por donde ya pasaban algunos carros sin darse cuenta o se deleitaban las mariposas y brincaban las ranas.
La mayor parte del año permanecía seco y no parecía un bache. Se asemejaba a cualquier otra irregularidad de las que hay en el horizonte de la calle.
Lejos habían quedado aquellos años donde se quedaban atorado los carros. Hoy en día hay baches más grandes y mejores baches donde caben camiones enteros.
Qué decir de las chicas que lo ignoraban cuando trataba de acercarse a ellas.
Desde abajo las veía con muda tristeza. Se burlaban de él, cómo era posible que un viejo achacoso se pudiese fijar en ellas, ellas de agua totalmente cristalina, pero de baches lodosos y grandes.
Cuando empezó su vida de bache, había algunos peces de colores, hoy quedaban oscuros peces negros en el fondo, pequeños renacuajos y maromeros que después en un rato pasaban a ser zancudos.
Por desidia, el bache nunca promovió un ascenso como bache, simplemente se fue deshaciendo. Le ganó el tiempo, se hizo viejo sin darse cuenta. Otros baches habían llegado a ser albercas, lagos improvisados. Se rumoraba que el mismo lago de Tamatán había sido un bache. Siendo orgullo de todos, de grandes querían ser como él y vivir en un gran parque.
En eso pensaba cuando sintió que la señorita le llamaba ahora con más insistencia y ya un poco molesta.
“Señor, aquí tenemos una denuncia, dicen que usted ya no ha cumplido con su encomienda y que se resiste a ser un bache. Otros baches se quejan de que mucha gente pasa por donde usted se encuentra, evitando así los baches más grandes donde pudiera caer la gente más ingenua. Usted sabe más que yo, sabe cómo engañarla y no lo hace”.
Y aquello era verdad. Con el tiempo el bache aquel se había olvidado de ser bache. Se había dedicado a observar cómo caían los coches y, hasta en contra del reglamento, había llegado a sentir pena por ellos.
La señorita le preguntó que si traía con que comprobar su domicilio, una identificación cualquiera. Y le aclaró que para poder seguir siendo bache necesitaría el acta de nacimiento, una fotografía, y tres testigos que lo hubiesen visto en medio de la calle.
Le dijeron que tenía que apurarse porque en esta semana se cerraría el registro de los baches o de lo contrario tendría que esperarse hasta el próximo año.
En realidad,como si fueran pocos, cada vez eran menos los requisitos que se pedían para que surgieran baches. Con razón había muchos, ya nada era como antes. La misma autoridad era más displicente y los dejaban vivir muchos años.
Requisitos: por ejemplo, la medida de metro para arriba, la profundidad casi de medio metro, un bache que asustara a la gente, y acudir con el video de una llanta que se hubiese ponchado.
De regreso a casa el bache comprendió que su mejor tiempo había pasado. Que se estaba muriendo y debía dar paso a la competencia que empujaba con mucho vigor. Incluso él, que era un bache, tenía dificultades para pasar por las calles.
Ahora comprendía que podía descansar en paz. Se dedicaría a ser un pocito matón para que jugarán los niños a las canicas, un hoyito fonky en donde cupiera una hormiga por la tarde. Un pequeño hoyito de agua, una gota de agua, como comienzan todos los baches. Y luego, por qué no, soñar con ser un gran lago como el de Tamatán.
HASTA PRONTO.