No es un fenómeno nuevo, pero pareciera que en los últimos meses se ha agudizado: la pauperización de la política vernácula nos ha regalado momentos y declaraciones que arrancan carcajadas, pero que también obligan a reflexionar sobre el nivel de sus autores.
Ahí está por ejemplo, la última joya de Ricardo Peralta, el subsecretario de Gobernación, que tiene entre sus tareas la de conducir el diálogo del gobierno federal con tantos sectores políticos y sociales como existan en el país: “A chillidos de marrano, oídos de chicharronero. #Refran de #FelizLunes”, publicó en su cuenta de twitter.
Sólo él sabe a quién le dedicó la frase emanada de la sabiduría popular, pero muchos personajes saltaron para cuestionar el funcionario que ha tenido entre sus célebres ideas, establecer diálogos con los grupos criminales del país.
Entre los indignados estuvo Felipe Calderón, otro activo tuitero adicto a la camorra virtual, quien respondió: “A juzgar por la velocidad con la que se deteriora nuestra democracia, los chicharroneros de hoy serán los marranos del mañana”. Desde luego, también para este tuit hubo miles de reacciones. Al ex presidente le recordaron su ya famoso alias del “Comandante Borolas” y la fallida guerra contra el narco.
Pero los exabruptos de los políticos no se producen solo en la red. Aquí en Tamaulipas, por ejemplo, son harto conocidos los gazapos que comete la alcaldesa Maki Ortiz cada vez que se prende una grabadora.
Igual de inolvidables son los papelones que ha pasado últimamente Arturo Soto en su afán por figurar. En letras de oro quedará grabada su afirmación de que los más pobres de la ciudad le piden, casi le suplican, que les cobren por la recolección de la basura.
Eso por no hablar del morenista Alejandro Rojas Díaz, que ya agarró Tamaulipas de ring político con lodo incluido, sin importar a quien salpique con sus atronadoras declaraciones.
En fin, en todos estos casos y muchos más, aplica a la perfección otro famoso dicho popular: calladitos se ven más bonitos.