En los tiempos del empoderamiento de la mujer, Maki Ortiz, la polémica alcaldesa de Reynosa, apuesta a convertirse en una opción viable como posible candidata a la gubernatura.
Hasta hace poco Maki creía que podía tener como plataforma al PAN. Ahora no importa, va con quien acepte arroparla y proyectar a su séquito imperial que encabeza su propio hijo.
Se entiende que Maki quiera mantenerse en el poder y escalar inclusive a posiciones más importantes.
Lo que seguramente no sabe ni puede explicar es por qué cree o supone que puede aspirar a la gubernatura si su experiencia política se reduce a Reynosa, porque cuando actuó como legisladora se olvidó de su terruño y se dedicó a cortejar a los líderes de la cúpula panista de entonces.
¿En que se basa para aspirar a la gubernatura? Solo ella y sus aduladores lo saben.
Por lo visto, algo le pasa a algunos alcaldes fronterizos porque los delirios de Maki no son muy distintos de los de Mario López, el edil matamorense de Morena, que también se mareó muy pronto con el poder.
Desde que asumió la alcaldía, poco trabajo se le ha visto a La Borrega, como él mismo se hace llamar. El presupuesto se la ha ido en favorecer con contratos a sus amigos, viejos constructores cercanísimos al régimen tricolor y a su compadre Baltazar Hinojosa.
Pese a eso, el círculo que lo rodea le ha hecho creer que puede trascender con su alocada aventura política y aspirar a buscar una curul en San Lázaro, y ¿por qué no? hasta aparecer en la boleta del 2022 para competir por la gubernatura.
Desde luego que estos consejos dignos de la carcajada, son cortesía de un séquito que busca a toda costa seguir conectados al erario. Igual que en el caso de Maki, antes que cualquier otra cosa, bien haría el alcalde morenista en ponerse a reflexionar sobre su triste labor al frente del municipio.