Ahora estoy allí frente a ella y la miro aunque ella no hace ningún esfuerzo por mirarme. Luce impávida, inmóvil como son todas las de su clase, pero esplendorosa, auténtica, nueva y grandiosa.
A un lado ha crecido el efímero pasto, hierbas desconocidas donde habitan pequeñas insectos que se hacen amigos y luego son arrastrados por los días. Libélulas moradas y maripositas de colores le arman un pequeño Edén en medio del paisaje desolado de vasos de unicel, popotes y botes de aluminio, papel, cartón viejo, alambre quemado, arrumbado ahí por los ciudadanos.
Antes había ahí otras piedras más pequeñas que seguramente le habían hecho compañía a lo largo de los años, sabrá Dios cuántos, pero hoy son pequeños gramos de arena en espera de que lleguen piedras más grandes.
Posiblemente y lo más seguro es que ahí donde está haya tenido su infancia, haya sido pequeña piedra, y pudo haber sido lanzada con una mano a muy corta distancia a donde hoy se encuentra. Es una piedra grande y tranquila, hubiese sido otra de haber nacido en la colonia Lindavista donde los fulanos y las piedras se despedazan unas con otras. Y sin embargo nació aquí en el lecho del Río San Marcos.
Encima de ella habrían pasado muchas nubes con el agua suficiente para su desarrollo.
Bajo esta perspectiva, se le notan algunas abolladuras del tiempo, el viento inmisericorde que domina por el lado Norte que le allanó los hombros y la espalda, le formó un rostro al cual le da el sol cada mañana y por un lado un hueco donde alguna vez pasó el agua del río que se secó hace más de 50 años. El tiempo le esculpió una forma que si te apuras parece casi humana.
Esta piedra pudo ser parte del puente que ahora le hace sombra a las 3 de la tarde. En cambio es una piedra muy grande y no la han podido mover. Su presencia casi humana impacta a los operadores de las Caterpillar que limpian las márgenes del Río San Marcos y luego de una jornada se sientan a comer con ella y le rinden un tributo a su existencia de silla y mesa.
En piedra se escribió la primera palabra y una mujer egipcia hizo el primer poema del mundo. Sobre una piedra se construyó una iglesia que cambió la ruta de los peregrinos. Hay piedras que naciendo en el lugar equivocado se volvieron petróleo y otras con más suerte se transformaron en diamantes. El diamante es la síntesis de todas las piedras. En contraparte hay aquellas almas de piedras que en vez de diamantes se desviaron al lodo.
Hay piedras en el zapato, piedras en el camino, piedras para tropezarse uno, piedras que se hacen a un lado, piedras picudas, piedras bola, amontonadas en grava. Piedras seductoras y falsas de la farándula. Piedra que no conoció el agua de los ríos y de los mares, ni la suavidad de unas manos ni escucho el dolor de una pedrada. Piedras para agarrarse a pedradas, piedras en las calles, en los baches de los riñones.
Por eso sigue siendo una piedra del río donde sólo pasan la nostalgia y las voces intermitentes de las personas, las conversaciones inconfesables, risillas nocturnas que se alargan de hombres y mujeres a lo largo del Boulevard praxedis Balboa.
Entre millones de piedras pocas veces se detiene uno a contemplarlas, especialmente a una de ellas, no es un enamoramiento a primera vista, hay que saber mirarlas, hay quienes las coleccionan por sus colores, por sus formas y por sus texturas, otros tal vez contarán sus años inolvidables de mudos testigos, hay quienes sólo las vemos porque vibramos en ese polvo compacto.
Yo vine a reflexionar acerca de mi existencia aquí en la tierra, pero terminé reflexionando acerca de esta piedra dónde estoy sentado. En torno a esta piedra nos movemos los seres humanos. Somos un paso transitorio hacia el polvo, ignoramos si después seremos petróleo, diamante o una piedra como ésta en dónde hoy digo lo que pienso.
HASTA PRONTO.