“Conozco la calle 18, por citar una a lo largo donde empieza y en el sur donde termina. También conozco el 17 o la calle 20, podría ser la calle de Abasolo, la calle Democracia que es muy corta”
Conozco toda la ciudad, bueno, así se dice porque sería imposible conocerla toda. Es una utopía, pero digamos que la conozco caminando, lo cual me acerca a su gente y a los barrios.
Conozco las principales calles y muy minuciosamente las conozco, quiero decir que he pasado despacio y contemplándola por años. Sé donde había un árbol y ya no lo hay, conocí a quién de pronto se subía en él, quién dejó de hacerlo a los 83 años. Quién los cuidó: al señor y al árbol.
Conozco la calle 18, por citar una a lo largo donde empieza y en el sur donde termina. También conozco el 17 o la calle 20, podría ser la calle de Abasolo, la calle Democracia que es muy corta, pero continúa en la sierra ya entre el monte.
A una cuadra del Tianguis de La Paz hay un perro negro y antes hay un gris que no hace nada. La señora que anda barriendo la banqueta, que no es banqueta porque es de tierra, te va a decir “pásele señor, la perra no hace nada”, te das cuenta que no es perro es perra y se mira bien brava.
Aprendí que caminando los perros no muerden, si te detienes te muerden y si corres te alcanzan. No casa. Sólo quieren que no hagas nada extraordinario en frente del territorio que ellos dominan. Ya era como para entender por qué todos los días me pasa esto. El perro no me muerde pero la libro muy a huevo. Es adrenalina, masoquismo callejero entre dos perros.
También presumo de que conozco a todos los perros y a los que no conozco los tanteo desde lejos. Ellos también me tantean y si me huelen de lejos se vienen cayendo solos, pero si me ven con una debilidad me ladra hasta el más pequeño, ese que cabe en el dedo meñique de la mano.
Como reportero conozco gente que me he encontrado en la calle. Un tiempo traje fotógrafo y otro tiempo traje cámara, por ende han de saber que soy reportero, “periodista”, como dicen, sin distinguir uno de otro y vaya que hay una somera distancia. Un reportero es el que hace contacto, el del golpe avisa, el de la corretiza.
Por lo mismo que soy un caminante eterno, cuando alguien me encontraba lo primero que me decía era: “Oye donde quiera andas”, “oye tú, caminas bastante”. Ese era el tema que me sacaban, y por mi parte quería hablar de otras cosas. En realidad yo venía de la otra cuadra, pero ellos pensaban que venía de la colonia más lejana, como por el barrio de la peregrina.
Conoces la ciudad, pero depende a qué te dediques y el barrio por donde vivas. Hablas en el argot que no entienden los banqueros mientras arrastras el diablito que te lleva al mercado. Si uno de la Colonia Azteca dice algo, el de la Álvaro Obregón no sabe de qué están hablando, es distinto el disimulo, aunque las palabras sean comunes. Hablan en clave morse. Por eso a veces ni ellos se entienden y para aclarar las cosas mejor se agarran a chingazos.
La ciudad es el más grande reportaje. El colorido que se difumina entre las nubes apenas puede describirse de tanto cielo.
Camino ahora por una calle, por la que nunca había pasado y no sé dónde se metieron los hormigueros. La ciudad responde desde una torre. El viento es una conferencia de prensa en los amplios salones de la Plaza Juárez.
La ciudad se escribe sobre las piedras, sobre los baches, sobre el río, sobre la base de los recuerdos. En el camino, el caminante va encontrando las similitudes de quienes encuentra y confirma en los espejos de los rostros que todos nos parecemos.
Pregunto a la ciudad por sus calles, por tal domicilio, por un número inexplicable, por un departamento, por un patio, por la ropa tendida, por el huerto pequeño, por la mujer con el mandado, por los chiquillos corriendo incansables, por las escuelas cercanas y un vendedor ambulante esperando que salgan.
Camino y es un taller mecánico en un taller de soldadura y otro de Electricidad, enseguida la manzana se llenó de actividad. En el centro ya no hay casas con comida, el aroma que sale es de los restaurantes. Pero qué importa, camino por la ciudad. En lo que el perro me ignora siento que al caminar escribo el reportaje más lindo de mi existencia.
HASTA PRONTO.