Me es grato saludarlos. Tengo algo qué decir: decir a todos ustedes que yo vivo en un texto. Sí. Para que luego no anden diciendo que no se los dije. Alguien me escribió y ahí me quedé en el texto. Me habrán leído y sacado muchas copias desde entonces.
Acaso me han ignorado, ni que yo fuera muy importante. Quizás no me escribieron, me soñaron, y por lo tanto no tengo credenciales de lo que les digo.
No es que me justifique, pero a veces debido a ello cometo los errores clásicos de quién me escribe y luego me borra, y en eso se nota mí condición de personaje ficticio. A veces aparezco en las pruebas pero no frente al público. A veces no estoy en la hoja escrita sino en el aire que sostiene la hoja cuando es leída.
Sin embargo soy el personaje que pasa por la mente de quien escribe todos los días. Es así como mis datos los podrá usted encontrar en un libro firmado por el autor de pacotilla, con el sello de la respectiva casa editorial. Se puede decir que ahí está la copia de mi acta de nacimiento y la vida como la llevo hasta ahorita, terrible y tremendista.
Hábito ahí con dos cambios de ropa por si tengo que salir como ahorita. Mis viajes son ida y vuelta a un mismo texto. Por la noche regreso a mi condición oscura y anónima, agazapado en las palabras no dichas que aguardan a ser pronunciadas el día de mañana.
Pudiendo vivir en una zona de confort, con todas las comodidades y lujos, vivo al filo de la navaja que el autor ha elegido cada que escribe. Soy como el extra en las películas, sustituyo a los actores principales en las escenas más funestas. Voy de público sonriente frente a falsos actores de comedia.
Imagino la cara de susto de quien escribe cuando me vea en estos renglones, pues salí de repente. Estoy preparado para hacerle frente. Usted, cómo uno de mis tres lectores inesperados, ya estará acostumbrado; más nadie espera que un personaje de ficción salga de un texto mal redactado y adquiera vida propa aún cuando hay razones de sobra para salir a protestar lo necesario. No he visto eso ni en ficciones donde me manejo, pero trato de ser original en lo que hago. Fue así que salí muy temprano de los paréntesis imaginarios del texto y dejé la puerta abierta por si había necesidad de volver a cada rato. Aquí estoy.
Vine a esta ciudad y anduve casa por casa preguntando por el domicilio de quien escribe. En la ciudad las palabras tenían sus casas y los nombres tenían sus calles bien pronunciados sin faltas de ortografía. Al mismo tiempo quien escribe escribía que lo estaban buscando por las calles. El que me escribe es como un Dios verdadero, un ángel caído en los inventarios de la imaginación y de la memoria.
Vine a buscar al cronista y lo encontré sentado donde con ciertas imprecisiones anota lo que le dicto. No puedo hablar muy recio ni moverme demasiado; contrito, le dicto al oído, y él escribe todo lo contrario, entonces le dictó lo contrario. Y luego, poco a poco escribe lo que nadie dijo y entonces desaparezco… en lo insospechado.
Ah… no soy una letra, ni una sílaba, ni una palabra, ni siquiera una frase completa. Solo sé que habito en el texto. Adivinaron: soy la palabra que no se dijo y por tanto no se escribió. Y sin embargo estoy aquí…hablándoles al oído.
HASTA PRONTO.