Un tiempo quise destrozar los géneros literarios hasta volverlos irreconocibles y ya desde el título destrozarlos; coger un tema y tumbar la estructura de acuerdo a un género como el poético, que es por donde todos empezamos la creación artística.
Nada preocupante. Supongo que eso acontece con todos los escritores incipientes. Pienso yo que eso ocurre siempre. Para eso son los géneros, para hacerlos pedazos. No es que los géneros literarios cambien de bando sino que se han vuelto más sociables.
Tampoco el escribidor se volvió loco ni anda borracho diciendo palabras incoherentes. Son los tiempos de las rupturas y de las costuras.
Antes era moderno lo que significaba ruptura, no se quería saber nada del pasado. Entonces, a la sombra de una nueva élite, los más jóvenes se encumbraban deplorando el pasado reciente que había hecho lo mismo con sus antepasados.
Existe ambigüedad entre quien escribe y quién lee un texto. Es una solidaridad sospechosa con olor a repudio, una llegada con sabor a despedida. Lees un poema, te acercas pero te alejas. El poema se toma como se respira y se exhala como se respira, pero no tiene un contenido de nosotros que valga. Cuando uno termina de leer un poema, el autor se suicida o se salva.
Si algo agregamos es tierra, aire, lluvia que se lo lleva. Cuando uno lee un poema lo pervierte, lo destraba, lo hace mariposa de vuelos irregulares, antes de quedar sin pila o sin saldo que es como se apaga el mundo. Los ojos vuelan con el poema, uno se queda dormido en el alma. El poema que se queda es otro distinto al que sea ha ido.
Podría despedazar la narrativa fácilmente y decir qué es lo que quiere decir esta historia, a dónde quiere llegar este personaje. Explicar si quiere salvarse, ser el mejor de la historia o ser el peor. Qué busca cuando camina o cuando se queda mirando. O cuando el escritor dice que al protagonista principal le duele una pierna, cuando no tiene pierna, cuando se sujeta de la nada solitaria.
Qué caso tiene contar una historia que tenga un final feliz o si en el final tan triste comienza una nueva historia reivindicadora en la mente lectora y compasiva de quien lo lea. El lector reconoce que su vida es más triste y no está escrita.
Se puede tomar un drama y volverlo confuso, hacerlo un planeta en donde la gente se pueda entender sin palabras, con los movimientos inmóviles de las miradas y el olor de los cuerpos.
Se puede tomar si usted gusta un relato de viajes y describir con precisión cada paso de las arañas negras en un vetusto cuarto de hotel en su rincón de una ciudad cercana. Conversar con la camarera, salir con la camarera cada 15 días, terminar viviendo con ella en una modesta casa de alquiler de Torreón, Coahuila. Podría ser, podría ser cualquier ciudad sólo que éste se me ocurre ahora.
Se puede también tomar una pieza de oratoria y arrojarla con el viento, haciendo énfasis en cada palabra que tiene muchas palabras, que cada una tiene un auditorio, una ciencia y una ciudad que la deplora o que la ama, una vida distinta o igual a todas. Hay palabras eternas, en cambio hay palabras que nacieron en su propia ceremonia fúnebre.
La literatura es un paso desgarrado hacia la búsqueda inútil de lo inhallable. Y de vez en cuando es el encuentro glorioso de lo no buscado. Es otra vida.
La vida siendo poesía única junta todo en busca de algo nuevo. Y para no errar ni desperdiciar nada, construye una realidad con los poemas que se van cayendo por los lados.
HASTA PRONTO.