El caso confirmado de coronavirus en Monterrey -el más cercano hasta el momento a Tamaulipas- volvió a prender las alertas sobre lo que parece inevitable: la llegada de la enfermedad al estado.
Mientras en la entidad vecina, cundió la psicosis, aquí se reforzaron los sistema de detección y se aceleró al capacitación del personal médicos de todos los niveles para saber cómo reaccionar ante la aparición del virus.
No es para menos, si se observa lo que ocurre en Europa actualmente y las drásticas medidas que está tomando por ejemplo, Estados Unidos, queda claro que la pandemia que ya afecta con rudeza a más de 10 países, pondrá a prueba el sistema de salud pública mexicano.
Y todo esto ocurre en un momento crucial, en el que se discute la idoneidad de un nuevo modelo de atención -el INSABI- que no pudo tener un examen más complejo. La información que llega sobre los apuros que están pasando en países como Italia para frenar las muertes, es suficiente para cuestionar si la infraestructura y la organización de México están preparadas.
Queda claro por otro lado, que el gobierno mexicano ha elegido una estrategia muy distinta a la de casi todo el resto del mundo. Si Estados Unidos ayer suspendió la llegada de vuelos de Europa, casi de inmediato el subsecretario de Salud del Gobierno Federal adelantó que México podría convertirse en una alternativa para recibir a miles de europeos.
Si en Europa se esfuerzan por multiplicar las pruebas del virus, aquí se insiste en que no es necesario realizarlas de masiva. Son como se ve, dos formas muy diferentes de afrontar una misma amenaza.
Solo el tiempo dirá si el gobierno federal hace bien en ignorar las propuestas más radicales y así logra evitar un nuevo golpe financiero, o si por el contrario, está menospreciando un problema grave, que con el tiempo, saldrá más caro que cualquier medida de prevención.