Acabo de salir a este vacío y por lo que veo soy eso que llaman el protagonista. No tardan en salir los doctores y algún otro personaje en esta historia.
Quizás salga el antagonista que me crea conflictos o que no me haga la vida fácil, todo es factible, pero lo prefiero a esta desolación que como virus siento ahorita.
La vida tiene todos los argumentos, todas las bonanzas, todas las heridas para que sea justa y para que sea completa. Pero ahora, en este vacío, me lleno de incertidumbre pues como protagonista es sido de todo.
Se supone que no debería quejarme pero han sido muchas las veces que he sufrido y pocas las veces que me han dado oportunidad de alegrarme. Uno o dos finales si acaso como protagonista muerto. Muchas veces antes de terminar un proyecto me combaten, a veces de manera inesperada caigo disuelto en cloro.
Siento que soy un capricho de la naturaleza, digo de la naturaleza del escritor o de la escritora que me redacta.
Entro en el cuerpo de la gente como quien lee un libro. Palabra por palabra, letra por letra soy el virus. Usted señor, señora, por lo que veo no me entiende, pero tengo vida propia y la defiendo con prudencia o a como me la pongan.
Estoy en el aire, siento que floto y mi peso comienza a volverse absoluto. Comienzo a caer lentamente en la página de mi plasma y usted puede escuchar despacio como un susurro mi nombre exacto, dicen los que saben que estoy en mis días de contagio. Si nos juntamos muchos, hacemos de un pueblo una epidemia.
Pienso en el escritor como pienso en mí, porque a pesar de que soy nuevo lo conozco. Entro a este mundo y comienzo a ver sus papeles, su ropa sucia, su podredumbre y sé que sólo de vez en cuando puede ver su sonrisa en el espejo. Ha de estar amargado el hombre.
Por dentro el alma esta triste, ya pueden mandarme lejos. A veces he ido de viaje. Me pierden por 3 días, aparezco en países muy lejanos, o todo ocurre mientras estoy soñando.
Ahora veo las manos del escriba moverse con destreza dislexica sobre el teclado. Observo cómo las arañas tejen la tenebra de mi siguiente paso. Comenzará a vestirse, a peinarse, a tener uno o dos pensamientos de los que estoy muy lejos. Querrá salir a la calle cuando le dijeron que no saliera y afuera estaré tociendo, y en el contagio tierno besaré hipócrita sus manos para entrar al cuerpo a destrozar sus pulmones.
Quiero hacer otra cosa y dejar de existir. Y qué tal si busco yo mi propia vida, si escapo de este lugar. Nunca se ha sabido de nadie que haya logrado pasar de esta a otra vida, que fuese un virus curado, que pidiera salir al mandado, que fuera un virus bueno.
Cuando un virus muere no va al cielo, y si bien nunca he comprendido que a veces existo y a veces no, lo que hay alrrededor es lo mismo.
Por eso eché a correr. Y ahora, que en el borde de la hoja casi caigo al precipicio indefinido, el escritor se ha detenido y comienza a buscar otros objetos y en su mente veo que ya no estoy. Eso me entristece.
Surge el antagonista y es lo de siempre, cuando cae la tarde tengo que poner punto y final a mi suerte.
Corro desesperadamente hacia el final de la calle y de las grandes ciudades. Me pierdo en la memoria donde habrá recuerdos. Sólo quedarán dos o tres amigos parvovirus, rotavirus y coronavirus mutantes, amigos todos, condenados en una lista de inyecciones letales.
HASTA PRONTO.