“Los más sabios, los científicos nos recuerdan pandemias anteriores, catástrofes mayores y pronostican tiempos difíciles, pero con base en el conocimiento, dicen que serán llevaderos”
La naturaleza se regenera así misma, dicen los optimistas; el mundo se detiene y dará marcha atrás, aseguran los economistas catastróficos; los más sabios, los científicos nos recuerdan pandemias anteriores, catástrofes mayores y pronostican tiempos difíciles, pero con base en el conocimiento, dicen que serán llevaderos. Que no cunda el pánico.
Estamos en fase dos, lo supimos primero porque lo determinó la Organización Mundial de la Salud, aunque el gobierno federal lo negó, el disciplinado subsecretario de salud, Hugo López Gatell tuvo una difícil tarde el lunes, sabía lo que sucedía y tuvo que fingir ante reporteros, dijo en su parte médico que seguíamos en una incipiente pandemia, cuatro defunciones no nos llevarán a pasar de la fase uno a la dos así como así, sostenía. Y al día siguiente, apenas pasaron doce horas y se retractó, en la mañanera al turno con el presidente, anunciaron lo que a nivel mundial ya se sabía. Estamos ahora en la antesala de la fase 3.
Con tanta información especializada que difunden los medios, sabemos que la etapa uno corresponde a casos de COVID 19 importados, la dos es cuando ya hay contagio local de persona a persona y la tres cuando la dispersión ya es masiva.
Y precisamente para frenar los contagios comunales y masivos es que nos mandan a casa, cierran oficinas y comercios, ya antes habían cerrado las escuelas.
¿Y ahora quien podrá salvarnos de nosotros mismos?
Ante la ausencia del prójimo están los más próximos, los cercanos, la familia y nosotros mismos. Y como nos reconocemos, sí hemos optado por distanciarnos, debido a que el éxito, según el sistema capitalista, está allá afuera. Socialmente necesitamos el reconocimiento y aceptación de los extraños, de ahí el refrán que dice: “candil de la calle, oscuridad en su casa” o “para conocer a Andrés, vive con él un mes”
Estábamos tan acostumbrados al mundanal ruido de afuera, que hoy la cuarentena en casa puede sacar lo peor de nosotros mismos, o lo mejor, la respuesta está en uno mismo.
Hoy la frustración se apodera de muchos que trabajan para sobrevivir, que han hecho de su mundo una correlación o codependencia con el exterior, dejaron de verse a sí mismos para proyectarse como los de afuera los quieren. Viven al límite del estrés y reniegan al terminar la jornada laboral, pero ahora la calma de su propio espacio les asusta.
En tiempos de encierro cambian las dinámicas sociales, nos frustramos porque nuestros planes se fueron carajo y entonces no encontramos sentido a la vida, pero así como nos resguardamos para cuidar la salud física, debemos estar atentos a la salud mental. Hoy las emociones agobiantes, catastróficas, nos pueden llevar a la depresión o a otras conductas que más adelante nos pueden acarrear peores problemas.
La sociedad tiene miedo al contagio, al encierro, al cambio de sus vidas y el aislamiento puede agravar situaciones de enojo y desesperación. Pero hay que controlarnos y reconocer a tiempo los síntomas que nos afectan emocionalmente,
Para esta contingencia por el COVID-19 varias instituciones como el IMSS, ONGs y la UNAM brindan atención psiquiátrica, psicología y psicosocial a distancia, en plataformas digitales, ponen especial atención cambios de conducta, abuso de sustancia y violencia
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