5 diciembre, 2025

5 diciembre, 2025

Ciudad, luego dices que no te quiero

Crónicas de la calle

“En un declive se ve la ciudad temblorosa desde el sur, la ciudad se mueve lentamente hacia la tarde cerca del santuario, la ciudad se hace poema, melodía, olores extraordinarios que evaporan en el final de las calles”

Si uno escogiera los sueños, qué lindo sería. Pero no pasa uno de llenarse de ilusiones. Y lo que llamamos sueños, en realidad sólo son sueños. Llegan en la noche o a cualquier hora del día y no son a petición de parte, nos toma dormidos o despiertos y son todo lo contrario, esconden los verdaderos deseos, las propias negaciónes, nuestra antígona, nuestras quejumbres y angustias, pero también los amores más extraños.

Muchas veces en los sueños decimos verdades y cuidado que la gente escuche. Y que tu señora esté despierta. Si procuras que esté dormida, muévela tantito a ver si no escuchó la hora en que dijiste otro nombre.

«Apaga la luz», le dije a Juana, «para qué», me dijo, «ya es muy tarde para eso, ya se me resbaló el sueño». Yo mismo no sabía para qué deseaba dormir y que ella durmiera. Yo mismo no quería dormir. «Y no quiero dormirme», me dijo por último antes de quedar por completo como hipnotizada. Ya mero amanece.

Con esto del aislamiento, de tanto no salír a orear el cuerpo y el alma, ni ver el río seco, ni las calles arrugadas e, increíblemente, al no salir a trabajar y con el horario de verano anda uno medio loco. Por no decir medio pendejo.

Además, para qué quería apagar el foco, ni modo que para agarrarla de repente. En la noche la puede agarrar uno descuidada como tantas veces y ella pudiera hacer lo mismo con uno.

Ella se me quedó mirando y no por complacerme sino porque también se estaba quedando jetona, hizo lo que dije solo porque le quedaba cerca, así que estiró la mano y encendió el otro foco, rectificó y apagó todo. Fue cuando tuve el sueño.

En el lecho de Río San Marcos ví el reflejo en los charcos de la ciudad bonita y amable. Así como la conocíamos antes de la pandemia. Bonita. Me miraba bonito y me enseñaba a decir las palabras con mucho cariño.

No sé si mientras apretaba al pecho de mi señora, con los pies en el agua, uno dormido hace esas cosas y luego se arrepiente, fue que le dije:

Elaboras la fórmula, estableces la melodía que me canta al oído de pájaro en la única rama saliente de la sombra. Esclareces el desierto de algunas calles pocholaquientas, la arena en los ojos, las gotas de tierra, las mejillas heridas pasadas por agua entre los cables de luz eléctrica, afuera del cine Avenida.

Entonces, el almuerzo es una fonda chiquita apenas para dos o tres parejas que quieren hablar a solas. Limpias la imagen de mi patria, eres suelo firme hasta que amanece, te espero esta vez en mi cuerpo, en los sitios remotos de las paradas de micros de un solo cielo que llueve sin techo. Me voy mojando la camisa con destino al pueblo.

Creado en ti a partir de tu obra, amanezco en tus ojos. Dos palomas en lugar de volar son miradas y en un tren de nubes escucho cantar tus labios con la brisa en la mesa sujetando tus manos antes de engullir dos huevos estrellados.

Mi soledad va en las venas porque huye del café de la tarde del María Bonita en la plaza de armas. La calle vive de lo que hablas, te habla cada palabra que sale del espejo. El día es una sorpresa todavía. Tus ojos son fragmentos recortados, dos largos recreos, dos hermosos besos. Ves por qué te quiero? Ciudad en siernes, te quiero como haces el tiempo, tú eres mi patria que no termina nunca, la finca, el futuro de muchachos corriendo en los naranjales. Bajo la risa de arena, tu corazón es un tren que da vuelta en la esquina de la prepa.

En un declive se ve la ciudad temblorosa desde el sur, la ciudad se mueve lentamente hacia la tarde cerca del santuario, la ciudad se hace poema, melodía, olores extraordinarios que evaporan en el final de las calles

Desde aquí se pierden en el horizonte la ciudad, se convierte a humo, en cenizas de viento para uno y otro lado, cruzamos al paso las ventanas de algunos edificios nuevos. Bajo el sol apenas se levanta en una canción la sonrisa de las personas enamoradas del agua. Te quiero, le dije sin querer, antes de que lloviera.

Tal vez por ello, en este punto del sueño cayó un trueno. Quizás fuimos los dos al mismo tiempo, pero desperté y no había nada extraordinario mas que las ganas de ir al baño. Chinchero, tan bonito que estaba soñando.

No sé si ella estaba dormida en realidad. Antes de abrir la puerta del baño escuché que me dijo: «Juan, no sé para qué te levantas, tan bonito que me estabas hablando». Ya ves, le respondí, luego dices que no te quiero.

HASTA PRONTO.

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