CIUDAD VICTORIA, TAMAULIPAS.-Carlos y Eunice tienen 16 años de casados. El trabaja en un despacho contable y ella es profesora.
Tienen dos hijos: Carlita de 13 años y Leví de seis. Su tren de vida diario a pasado de ser un torbellino a una parsimoniosa y a ratos aburrida rutina.
El jefe de familia ha tenido que hacer “home office” y ella por ahora solo se concreta a enviar tareas y trabajos a sus alumnos con breves asesorías en línea.
Sus hijos han visto como su ciclo escolar ha sido interrumpido y las clases en casa se reducen a amplias lecturas y breves ejercicios matemáticos.
Fuera de ahí, las horas del día se les van en videojuegos, comer pizza, ver Netflix, hacer video-llamadas a los abuelos y ocasionalmente hacer piyamadas en la sala (siempre y cuando al día siguiente limpien y ordenen el espacio antes del desayuno.
A veces hay riñas entre ambos hermanitos pero generalmente terminan poniéndose de acuerdo.
Carlos y Eunice aprovechan para hacer carnes asadas una vez por semana y tomar un par de cervezas cuando los hijos ya han ido a dormir. El dia siguiente sera similar… y el siguiente parecido y asi sucesivamente hasta que la contingencia pase.
A simple vista el encierro ha sido un tanto benévolo con ellos pues en este tiempo de cuarentena han podido convivir y recuperar el tiempo de calidad que llegó a escasear en años pasados.
“La verdad que gracias a Dios que podemos trabajar desde casa y podemos cuidar de nosotros mismos lavando y desinfectando constantemente cada superficie, ademas cada hora hago sonar una alarma y dejamos cualquier cosa para lavarnos las manos” comenta la maestra Eunice.
Arcelia y Jair viven en unión libre desde hace 15 años. Ella tuvo una pareja anteriormente con quien procreó tres hijos, dos de ellos ya adultos casados y con la vida resuelta y un adolescente que aún vive junto a ella. Él había sido papá soltero por un par de años luego de que su ex pareja lo abandonó. Con el tiempo Chela y Jair tuvieron 5 hijos mas: dos niñas, un par de gemelos y el mas chiquitín, por cierto el mas consentido.
Arcelia solía trabajar en un local de flautas y gorditas que debido al problema de salud provocado por el coronavirus tuvo que cerrar. El dueño del comedor solo le dió las gracias a sus empleados y bajó la cortina.
Jair tiene un pequeño taller eléctrico automotriz, y le sabe muy bien a todo lo relacionado con marchas, alternadores, baterías, focos, cableado etc, ademas de proporcionar carga e instalar equipos de sonido para cada cualquier tipo de coche.
La chamba de Jair ha disminuido casi al 100%: en meses anteriores realizaba hasta cinco servicios al día; actualmente si realiza dos es mucho pues hay ocasiones en que no hay siquiera uno. En casa son ocho bocas que alimentar y eso no cambia con o sin cuarentena. El mayor de los hijos, Omar, dejó la secundaria y se dedica a trabajar en una blockera, pero por el momento la producción esta detenida.
Los demás hermanitos se la pasan en la calle jugando todo el día junto con sus primos que viven en la casa contigua.
Como no tienen servicio de internet contratado, a diario se escucha como “corre y se va corriendo” la lotería. Juegan a los encantados, a los ‘pozitos petroleros’ y a la ‘cascarita’ de futbol. A veces solo sacan una bocina a la acera y se ponen a bailar y cantar canciones de reguetón. Por las noches no puede faltar el juego del ‘can can’ o ‘las escondidas’. La mayor de las hermanas ya tiene novio asi como su prima de junto y los 4 adolescentes se dedican a ‘parejear’ en algun tramo oscuro de la calle.
Lamentablemente en este hogar y el de a lado que suman mas de 15 personas en un espacio reducido (incluyendo a tres adultos mayores) no se realizan las mínimas medidas de higiene y prevención de un posible contagio de Covid-19.
“Nombre cual desinfectar, huy a huevo tenemos pa’ tragar, cuantimenos pa’ comprar gel y Laysol” confiesa Doña Arcelia al Caminante.
Asi como estas dos diferentes familias victorenses, miles de hogares viven de formas totalmente contrastantes la cuarentena por la pandemia de Covid-19.
Al Caminante le queda claro que esto va provocar mayor unión o tal vez fracturas al interior de muchas familias de la capital. Ya habrá mejores patas de perro en otras semanas.